'Panza de burro': inocencia salvaje bajo las nubes

  • Andrea Abreu va por la décima edición de su primer libro, ‘Panza de Burro’, uno de los fenómenos editoriales del año.
La escritora y periodista Andrea Abreu, en una imagen promocional de su libro 'Panza de burro'.
La escritora Andrea Abreu, en una imagen promocional de su libro 'Panza de burro'.
Álex de la Torre
La escritora y periodista Andrea Abreu, en una imagen promocional de su libro 'Panza de burro'.

Panza de burro es la expresión que se usa en las Islas Canarias para definir el mar de nubes bajas que engullen los rayos de sol, aunque no solo se trata de un fenómeno metereológico, pues también es el nombre que recibe el primer libro de la escritora Andrea Abreu López (25), una novela publicada por Barrett y editada por Sabina Urraca sobre  "la amistad entre dos niñas" y la llegada de un inadvertido "primer amor". Desde su llegada a las librerías el 7 de julio, se han vendido más de 10.000 ejemplares. Panza de burro es la revelación editorial de 2020. Es mordaz y real. Es lo feo hecho puro: la belleza desde los márgenes.

Las protagonistas de la novela son Isora y Shit –este no es su verdadero nombre, sino el que le da su amiga–, dos niñas "salvajes", como también lo fue la propia Abreu durante su niñez en el barrio de Los Piquetes, en Icod de los Vinos, un pequeño pueblo situado al norte de Tenerife. Es en este lugar donde se ambienta la historia. Y es en sus calles donde la narradora e Isora ven pasar el verano nublado, lejos de la playa -no viven en el centro del pueblo, sino en el monte, alejadas del mar-, charlando con las ancianas, escribiendo en la "libreta de las canciones", escuchando Aventura y jugando con Juanita Banana -o Juanito, por su "identidad fluida", aclara la autora- a las muñecas.

"En la novela hay un elemento terapéutico. A mis amigas y mis amigos siempre les he intentado contar anécdotas orientadas hacia el salvajismo que caracterizó a mi infancia: el contacto con la naturaleza y la posibilidad de experimentar con los cuerpos y su relación con la tierra. En cierta manera, pienso que en el libro me permití sacar esa necesidad. Me ayudó a superar ese momento mental", reconoce la periodista a 20minutos

Por otra parte, la relación entre las niñas se escapa de ser una simple amistad. La fijación de la protagonista por su amiga es evidente: la admira, pero también la odia. Desea ser ella, convertirse en ella. "Yo quería ser isora dentro de isora", dice en Panza de burro. Inocente y rotunda, la narradora afirma que ambas están "predestinadas" a no separarse jamás: "Porque si algo yo sabía era que Isora y yo estábamos hechas como las cosas que nacen para vivir y morir juntas".

"Panza de Burro trata de la amistad antes de la adolescencia, ese momento en el que el enamoramiento y el descubrimiento sexual tampoco están definidos. Cuando éramos pequeñas, desconocíamos que los conceptos entre el amor romántico y la amistad estaban entrelazados. Quería llevar esto un poco más allá y tratarlo desde una perspectiva más cruda y realista. Muchas veces tengo la sensación de que se trata de un tema de soslayo", expresa Abreu, que se sintió inspirada por escritoras como Elisa Victoria o Rita Indiana.

La periferia dentro de la periferia

El acercamiento de la oralidad a la escritura es otra de las claves que han hecho de Panza de burro una revolución editorial. La escritora dice que su novela puede leerse como "la periferia dentro de la periferia", ya que sus páginas recogen las expresiones propias de su barrio y, en concreto, la sintaxis "de los jóvenes y las abuelas a principios del 2000". Así, en honor a su abuela Chela, llama "chelismo" al lenguaje que emplea en el libro. Lo concibe como un elemento político para restaurar el español canario.

"No solo utilizo una variante del español escasamente reconocida fuera de Canarias, sino que además estoy huyendo fuera de la norma de La Academia de la Lengua Canaria e intentando trasladar el idioma de un barrio en el que, teóricamente, se habla de forma incorrecta", defiende Abreu, en cuyo libro se lee "fisquito", que significa ‘un poquito’; y "juroniando" como ‘curioseando’. Pero también "vulcán" en lugar de ‘volcán’ o "Mésinye" en vez de ‘Messenger’.

De hecho, la escritora podría haber incluido un glosario, pero se negó: "Esto tiene que ver con un aprendizaje de la literatura latinoamericana. Muchas autoras que leo usan el recurso de la oralidad sin pudor. No explican lo que escriben. Usan variantes del español en un libro, y la mía también lo es". En este sentido, afirma que "no debemos huir de las palabras que desconocemos y escuchamos por no estar registradas. Eso no delimita si son incorrectas. Todas las palabras son correctas en tanto que existen". 

En este sentido, Abreu desnuda varias páginas para dejarlas sin mayúsculas ni signos de puntuación. Ella lo ve como una forma de "embellecer el lenguaje": "No pienso que esté eliminando su riqueza, sino que la estoy ampliando. Yo lo relaciono con la poesía. Como vengo de ese ámbito, pensé que podía experimentar en la narrativa". Este recurso también es "una fotografía", cuenta, de la forma con la que una parte de su generación "representa el lenguaje" y "estetiza las palabras" en las redes sociales.

La mentira del paraíso canario

¿Es Panza de burro, además, una crítica al retrato turístico que se hace de Canarias? La escritora asiente: "Quería narrar la historia desde la perspectiva de quienes construyen esa mentira del paraíso canario, ese lugar de sol y playa". Abreu, cuya sangre, subraya, es la de "los obreros que construyen los hoteles para los guiris", puso la mirada en su madre. "La de la protagonista es una camarera de piso y, en mi vida, esto es una realidad. Hemos aprendido a pensar de forma turística. Planteamos las salidas en función de lo que nos puedan dar las personas que, desde afuera, vienen a consumir".

Abrumada por el éxito, Abreu recuerda que escribió Panza de burro "cansada", desde "la precaridad", combinando su trabajo como dependienta con la escritura del libro. Piensa que nunca dará vida a nada igual, pero ansía seguir creciendo. Como hasta ahora, desde las faldas del volcán, por encima de las nubes. Con rebeldía y pasitos firmes. Como Isora, "tan echadita palante, tan sin miedo".

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