La población alicantina de Ibi ha vivido hoy una de las jornadas más peculiares de sus fiestas de invierno en la que un grupo de personas, "Els Enfarinats" ("Los Enharinados"), ha tomado el poder municipal de forma ficticia a golpe de escaramuzas y batallas de huevo, harina y petardos.
En esta tradición, con algo más de 200 años de antigüedad, "Els Enfarinats", ataviados con atuendos estrafalarios y con la cara cubierta de harina, someten bajo su mandato a esta localidad juguetera durante el Día de los Santos Inocentes y recaudan fondos ("impuestos") en los comercios, dinero que se destina a entidades benéficas.
Una de las características de esta representación, "única en todo el mundo", según fuentes municipales, es que todo aquel ciudadano que incumpla la "ley" del gobierno ficticio está obligado a pagar una multa si no quiere acabar cubierto de harina.
"Els enfarinats", integrados por hombres que guardan una relación de parentesco o amistad, ejercen, por un solo día, "el poder civil" de la ciudad: alcalde, juez, alguacil, concejal de Hacienda, secretario y cajero, entre otros.
Para ello, y a primera hora de la mañana, la autoridad municipal ha entregado la vara de mando del consistorio a los nuevos "regidores", quienes, en actitud intimidatoria, han acudido a ese simbólico acto portando bolsas llenas de harina y petardos voladores.
No obstante, este "golpe de poder" ha contado con el rechazo de un grupo de vecinos, que reciben el nombre de "oposición".
A partir de ese momento, la dialéctica "nada política" se ha trasladado a la calle y, en concreto, a la plaza de la Iglesia, donde "enfarinats" y "oposición" se han arrojado tomates, verduras, harina, polvos de talco y cohetes voladores.
Así, el centro urbano de Ibi se ha cubierto de una gran nube blanca en la que apenas se podía vislumbrar a los protagonistas, que han desplegado todos sus efectivos bélicos y han tomado la plaza de la Iglesia, último bastión en el que se ha decidido la contienda con "cohetes borrachos".
A la hora de comer, la oposición, respaldada por los denominados "els tapats", suscribe un acuerdo temporal de no agresión para poder degustar innumerables platos típicos de la gastronomía tradicional.
Horas después, "els tapats", personas disfrazadas de las formas más variopintas y cubiertas con capas y máscaras, muchas de ellas esposas en la vida real de "els enfarinats", se vengarán de éstos mediante bailes y algo más de harina.
Al final, ya por la noche, la elegancia se impone al caos enharinado, por lo que "els enfarinats" ceden su poder.
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