A los ovetenses Isidro Urones y Covadonga Martínez les resulta «imposible pasar página». Su hijo, de sólo tres años, estuvo a punto de perder la vida tras comer en el colegio huevo, una sustancia a la que es alérgico, al igual que al pollo y a la lactosa.
El menor, que almorzaba a diario en el colegio Baudilio Arce de la capital, "salió retorciéndose de dolor y, a las puertas de Urgencias del hospital, creimos que lo perdíamos",
«Salió retorciéndose de dolor y, a la puertas de urgencias, creimos que lo perdíamos"
Una vez fuera de peligro, Isidro comenzó una cruzada para mentalizar al Principado y al Ayuntamiento de la
necesidad de contar «al igual que en otras comunidades, con un
protocolo de actuación en situaciones de
riesgo como la nuestra». Redactó varios escritos a las Consejerías de Educación y Sanidad y al
Ayuntamiento, que se comprometió a investigar lo sucedido.Pero ahora, casi dos meses después, «hemos recibido cientos de muestras de
cariño de la gente de a pie pero ninguna de los políticos, que parece que se pasan la pelota de
uno a otro», asegura Isidro al tiempo que se pregunta: «¿Qué tiene que morir un niño
envenenado para que se muevan?». Aún angustiado y consciente de que su pequeño no volverá a comer más en el comedor, la
desazón de Isidro se agudizó al conocer un caso similar en una escuela de Piedras Blancas. Aún no comprende «cómo hay tanto control con las
caducidades en los súper y no en empresas que dan más de 10.000 comidas
al día a niños y ancianos».
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