"Unchain my heart", la mítica y tristísima canción de Ray Charles que la voz rota de Joe Cocker popularizara allá por los años 80, es la única melodía que acierta a entonar Dick Angstadt durante estos días. "Es la que mejor describe mi estado de ánimo", dice el dueño de Bogui (calle Barquillo, 29, en el distrito centro de Madrid) uno de los templos del jazz de la capital que hace tres semanas tuvo que echar el cierre de forma inesperada.

Resulta extraño que a Dick (al que cuesta verle sin su sombrero panameño a la cabeza) no le venga otra canción a la memoria, ya que como dueño de esta sala ha visto actuar (o improvisar más bien, como exigen los cánones del jazz) a algunos de los más grandes intérpretes nacionales de este estilo de música durante los últimos tres años.

La historia de este cierre comenzaba hace tres semanas, el pasado 21 de octubre, cuando el saxofonista Bob Sands y toda su big band daban la última nota musical del Bogui. La sala acababa de recibir una orden judicial por parte del Tribunal Superior de Justicia de Madrid en la que les daban 24 horas para su clausura. Según esta sentencia "la licencia de funcionamiento de la sala había sido alterada por obras de insonorización y adaptación de las ordenanzas actuales".

Este fallo tuvo como consecuencia, entre otras cosas, que el Bogui no pudiera llevar a cabo todos los conciertos programados para la 25ª edición del Festival de Jazz de Madrid , actividad subvencionada por el propio Consistorio.

Sin embargo, la polémica es mucho más antigua, y viene desde 2005, cuando Dick, propietario del inmueble desde hace más de 30 años, decidió cambiar el restaurante y el bar de copas de música negra que albergaba por una sala de conciertos de jazz en vivo y en directo. No sólo se insonorizó el recinto, también se actualizaron las instalaciones antiincendio.

El problema parte de que estas obras se realizaron sin la licencia preceptiva del Ayuntamiento de Madrid. Una licencia que los locales pueden tardar años en recibir debido al colapso administrativo que sufre el Consistorio en este aspecto, tal y como se pudo comprobar tras el famoso 'caso Guateque.

La llegada de unos vecinos "muy influyentes" al inmueble vino a alterar aún más la situación. Antes de que ellos vinieran el edificio sólo albergaba oficinas y el bar de copas, pero estos residentes comenzaron a protestar por los ruidos, razón por la que Angstadt decidió ejecutar las obras de insonorización. Sin embargo esto no fue suficiente.

Estos mismos vecinos "influyentes", siempre bajo al versión del dueño de Bogui, fueron los que aprovecharon el vacío legal en materia de licencias para denunciar a la sala.

"Los empresarios honrados siempre tenemos las de perder. Está claro que si hubiera ido con el sobre de papel por delante hoy no tendría cerrada la sala", afirma Dick, que achaca la clausura a los intereses de estos vecinos por hacerse con el inmueble de su propiedad. "Desde que llegaron no han dejado de instarme a que me fuera con la música a otra parte".

Nada más producirse el cierre Dick estuvo una semana sin pisar su sala. "Demasiada emoción contenida", dice; pero una recogida de firmas iniciada por sus clientes para pedir la reapertura del local parece haberle dado nuevos bríos.

Esta misma mañana se ha celebrado un acto de apoyo al Bogui que contó con la participación, entre otros, del Gran Wyoming y de la viuda del pianista Teté Montoliú. El propio Wyoming afirmó durante este acto que el Bogui no se podía cerrar "porque en este local trabajan algunos de los mejores artistas de este país" y porque en él había pasado "algunos de los mejores momentos de mi vida"