Llegaban con la última luz de la tarde. Olatz los veía bajarse de sus coches tuneados y descargar "enormes aparatos de música". Chicos y chicas de entre 18 y 25 años, y alguno más madurito, según rememora Olatz.

Ella vive junto al depósito de vehículos y, aunque los pabellones utilizados de macrosalas festivas estaban más cercanos a Deusto, durante los últimos meses no ha dejado de sentir curiosidad por estos nómadas de la fiesta.

Los fines de semana ocupaban algunos de los pabellones en los que las goteras no inundaban el suelo. Pero, aun así, las condiciones de los edificios eran lamentables y existía peligro real de que se vinieran abajo. Unido al volumen brutal de la música y al movimiento de las decenas de fiesteros arriba y abajo, el peligro parecía elevado.

Así lo entendió el Ayuntamiento, que decidió adelantar la operación de derribo de estas ruinas industriales, ya que en principio no iban a ser tiradas hasta el año que viene.

De todas formas, los vecinos admiten que no se han producido incidentes, ni peleas estos meses. Y eso que los inmuebles no han sido utilizados sólo para fiestas puntuales. Algunos espacios han estado ocupados de forma casi permanente por inmigrantes, que han convertido las viejas empresas en su casa.

El viejo Bilbao

Zorrozaurre es, hoy en día, prácticamente el único espacio de Bilbao en el que es posible revivir el carácter industrial que hizo famosa a la capital desde el siglo xix hasta la década de los años ochenta del xx.

Todavía hoy hay algún taller grisáceo o unas vías de tren que en realidad eran para mover pequeñas carretillas. Pronto todo será pasado. Los primeros edificios se empezarán a levantar en la zona más próxima al puente de Deusto y poco tendrán que ver con el ambiente grisáceo.

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