Tanto el paseo del Campo Volantín como los alrededores del Museo Guggenheim, zonas habituales de paseo de los bilbaínos, aglutinaban a paseantes y corredores, a los que se sumaban gente paseando con perros y ciclistas, lo que imposibilitaba en muchos casos mantener la distancia de seguridad aconsejada por las autoridades sanitarias.
Se da la circunstancia de que solo una mínima parte de las gente que circulaba por la calle a esas horas empleaba mascarilla facial, elemento que dificulta la respiración al hacer ejercicio de alta intensidad.
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