Ancianos y familias sufren la rutina sin centros de día: "Mi madre ha vuelto a la torpeza de hace 12 años"

  • Ancianos y sus familiares sufren el deterioro tras el cierre de los centros municipales.
  • "Si vuelvo al trabajo no tengo con quién dejarla; no sé si comerá o si se meterá en la cama con su depresión".
Juana se asoma al balcón de su casa mientras su hija le observa.
Juana se asoma al balcón de su casa mientras su hija le observa.
Jorge París
Juana se asoma al balcón de su casa mientras su hija le observa.

Juana está desorientada, "no sabe ni qué día es". A sus 85 años de edad había logrado controlar sus depresiones que arrastraba desde hacía años. Pero el confinamiento y, aún más importante, el cierre de su centro de día le han pasado factura: "Ha vuelto a la torpeza de hace 12 años", dice su hija Mª Ángeles Carrasco.

Antes de que la pandemia azotase las vidas de los españoles, Juana se levantaba sola, elegía su ropa y se lavaba sin ayuda. Entre semana tomaba un descafeinado antes de dirigirse al centro Esfinge. Aquí desayunaba con sus compañeros, se tomaba sus pastillas y realizaba su terapia ocupacional y los ejercicios físicos. "El centro de día es su vida; ahí se relaciona y comparte sus experiencias con otras personas", dice su hija.

Lo era hasta el pasado 9 de marzo, cuando la llegada del coronavirus forzó el cierre de su centro. Desde entonces, Juana "no sabe ni vestirse ni lavarse", lamenta Carrasco, quien se ocupa de ella estos días. "Ahora lleva una vida de sedentaria, no puede salir a la calle". Aun así, la joven se esfuerza por mantener la rutina de su madre: "Vivimos en un tercero así que subo y bajo las escaleras con ella para que haga algo de ejercicio".

Mª Ángeles sube escaleras con su madre.
Mª Ángeles sube escaleras con su madre.
Jorge París

También se sienta con ella para hacer los deberes que le mandan a diario por correo electrónico. "Son dibujos, ejercicio físicos y otras actividades para hacer en el ordenador. Además le llaman todos los días y charlan con ella, incluso a veces habla con sus compañeros", cuenta. 

Esto es lo que mantiene en pie a María Ángeles. "Me siento muy arropada por el personal del centro de día. Me llaman para ayudarme a llevar esta situación lo mejor posible. Me dan información y me tranquilizan, no puedo estar más agradecida". Estas semanas ha podido ocuparse de su madre gracias a una baja. Pero su reincorporación podría llegar en cuestión de días. "Me va a generar una angustia tremenda. No tengo con quién dejarla; no sé si comerá o cogerá el teléfono o si se meterá en la cama con su depresión".

Mª Ángeles ayuda a su madre con la terapia.
Mª Ángeles ayuda a su madre con la terapia.
Jorge París

El centro de día no solo ayudaba a Juana, también era un "desahogo tremendo" para su hija: "Ahora tengo mis ratos, porque sentirme atada de esta manera…". Juana no entiende bien lo que está pasando. No comprende por qué "los perros y los niños sí pueden salir cuando ella también lo necesita para su diabetes", ni tampoco "por qué salgo yo a hacer la compra". Y aunque su hija trate de explicárselo, ella se ha montado su propia película. "Al haber vivido una posguerra le hace recordar su niñez de carencia. Yo intento no ponerle la televisión porque hay imágenes que le hacen daño".

"Todos los días me pregunta si puede salir a la calle y sigue sin comprender por qué llevo mascarilla"

La "angustia contenida" que vive Juana estos días es similar a la que está padeciendo Florentino Oliva (77 años), quien sigue calzándose sus zapatos "dispuesto a salir a la calle". Lo cuenta su hija Cristina, quien le supervisa durante la cuarentena. "Todos los días me pregunta si puede salir y sigue sin comprender por qué llevo mascarilla", dice la hija. 

Florentino tiene alzhéimer. Ingresó en el centro el pasado noviembre y en tan solo tres meses "pegó un cambio estupendo", asegura Cristina quien saca la parte positiva de la situación: "Puedo pasar más tiempo con mi padre". Claro que ella es autónoma y, al igual que María Ángeles, está sin trabajo. Con esta premisa, Cristina se acerca cada día a ver Florentino y ayudarle con los ejercicios que le envían constantemente desde el centro de día.

Los fisioterapeutas y auxiliares trabajan desde casa para que ni Juana ni Florentino pierdan este recurso sociosanitario. "Estamos adaptando las actividades para que las hagan en sus domicilios", dice la directora del centro de día Esfinge, Raquel Escobar. Aún no sabe cuándo podrá reabrir sus puertas, pero "la idea es suplirles con refuerzo domiciliario", para que no estén solos cuando Mª Ángeles y Cristina se reincorporen a sus puestos de trabajo.

Las tareas de la terapia ocupacional.
Las tareas de la terapia ocupacional.
Jorge París

Ni ellas ni los otros 4.698 mayores que disfrutan de este servicio municipal en uno de los cien centros distribuidos por la ciudad. Según informa el área de Familias, Igualdad y Bienestar Social dirigida por Pepe Aniorte, además, de la atención telemática que reciben estos días de cuarentena, "si la persona mayor no dispone de asistencia domiciliaria podrá solicitarlo". Así, hasta que reabran los centros de día, los pacientes no estarán solos. Juana y Floretino seguirán recibiendo llamadas y tareas a diario

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