Los recuerdos de la infancia sacaron ayer a relucir el lado más humano de Javier León de la Riva.
En el Pleno del Ayuntamiento, con motivo de la Semana Europea de la Democracia Local, se sentaban poco más de 40 alumnos de 2º de la ESO del Núñez de Arce y del Lourdes, el antiguo colegio del alcalde.
Antes de que los diminutos concejales de la oposición abrieran fuego (nunca el banco de Izquierda Unida ha tenido tantos representantes), el alcalde se desnudó (simbólicamente hablando):
«No soy políticamente correcto, lo sé. Digo lo que pienso, soy castellano y me gustan las cosas claras». Una confesión que animó a los chavales a dejar a un lado la vergüenza en el turno de ruegos y preguntas. «¿Se pueden hacer quejas», preguntó uno de ellos. Y empezaron a llover de todos los bandos.
Preguntas... y quejas
Desde que las canchas del Campo Grande siempre están ocupadas por carpas que no les dejan jugar al baloncesto, hasta los motivos por los que se hacen tantas obras a la vez, pasando por qué hay que estudiar para ser alcalde o quién hace tantas casas a las afueras que luego no se venden (una pregunta que despertó la hilaridad de los auténticos concejales de la oposición, también presentes en el acto). El alcalde, como siempre, entró al trapo.
La ciudad enferma
Dos alumnos, Inés y Javier, leyeron sus redacciones. Uno, comprensivo, aseguraba que nunca llueve a gusto de todos; ella, en una lección de democracia, dejó ver que «nosotros elegimos y si no cumplen sus promesas no los volverán a votar».
Una frase que hinchó al alcalde en su silla y le produjo una tremenda carcajada. «A mi hace 21 años alguien me engañó, y aquí sigo».
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