Ellas salen antes de casa de sus padres. Entre la población de 15 a 29 años, el 21,3% de las mujeres viven emancipadas, frente al 16% de los hombres. "Es que ellos viven en casa de sus padres muy bien, algo similar al hotel. Pero ellas sufren control de horarios, intromisiones en su intimidad, obligación de cargar con tareas domésticas...", ilustra el sociólogo Alfonso Pérez Agote, autor del estudio Emancipación y precariedad en la juventud vasca, presentado este lunes.
Porque ahora, el objetivo de emanciparse no es casarse "como lo vino siendo hasta los años 90". Hoy por hoy, la meta de irse de casa es "lograr la autonomía", explica Agote. El 70% de los jóvenes que buscan una vivienda buscan obtener autonomía con su casa propia. Otro 25% necesita una vivienda para vivir en pareja y un escaso 3% para casarse.
Dicho esto, el sociólogo cita tres requisitos para que un joven pueda emanciparse: tener un empleo estable y que dé dinero, tener pareja y tener una casa asequible. "El problema es que es muy difícil conseguir los tres requisitos. Cuando se logra uno, falla otro", dice Agote.
Así, el sociólogo explica que cada vez es más frecuente que un joven emancipado vuelva a casa de sus padres. Cuando el joven pierde su empleo, vuelve a su etapa educativa, con cursos, idiomas...
De este modo, ya no hay un modo único de pasar a la vida adulta. El itinerario clásico de estudiar, encontrar un empleo, casarse y vivir en una casa está desapareciendo. "Ahora, cada joven está en un punto concreto. A los 30 años hay quien no ha salido del hogar familiar, quien ha vuelto, quien se fue hace años...".
Y por cierto, la emancipación tardía también tiene motivos culturales. "La familia vasca es del tipo sureña o mediterránea. Los padres estamos encantados de que nuestros hijos vivan en casa lo máximo", comenta irónico Agote. Recuerda que en los países del norte de Europa el Estado y la familia da ayudas para abandonar el nido.
Injusticia social
Entre la generación de jóvenes sin casa germina un sentimiento de injusticia social. El mercado de trabajo vive "una crisis endémica en la que continuamente hay empleo inestable y bajos sueldos", afirma Agote. Ante esto, los jóvenes sienten que la sociedad se ha portado mal con ellos. "Han estudiado todo lo que les han exigido, han madrugado cada día, se han esforzado... y no tienen empleo ni casa", lamenta el sociólogo.
Teme que esto suponga una deslegitimación del sistema educativo. O sea, que la población comience a creer que no vale la pena formarse porque nadie le dará empleo.
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