Diez consejos para que los niños no abusen de las nuevas tecnologías

  • Establecer horarios, tiempos de uso y controlar los contenidos a los que se exponen es vital.
  • Dar el ejemplo y cumplir nuestras propias normas es la mejor forma de evitar que nuestros hijos hagan un mal uso.
Todos los expertos coinciden en que los niños menores de dos años no deberían estar expuestos a ningún tipo de pantalla.
Todos los expertos coinciden en que los niños menores de dos años no deberían estar expuestos a ningún tipo de pantalla.
Andi Graf / Pixabay
Todos los expertos coinciden en que los niños menores de dos años no deberían estar expuestos a ningún tipo de pantalla.

La tecnología, y concretamente los teléfonos móviles y las pantallas en general forman parte de nuestra vida diaria hasta el punto que muchos de nosotros serían incapaces de prescindir de ella para realizar las tareas más básicas. Están tan presenten en nuestra vida cotidiana que no es de extrañar que llamen la atención de los más pequeños, que aprenden a manejar smartphones o tabletas con una soltura asombrosa. La tecnología nos facilita tanto la vida, que es difícil renunciar a ella, pero un abuso o un mal uso de ella puede provocar en los más pequeños a medio y largo plazo daños difíciles de reparar como adicciones, problemas conductuales o de desarrollo, como déficit de atención, e incluso fracaso escolar.

Para evitar que esto ocurra, los expertos recomiendan seguir una serie de pautas desde que los niños son muy pequeños. Estas son algunas de ellas.

1.- Nada de pantallas antes de los dos años de vida, así lo recomiendan tanto la OMS como la Academia Americana de Pediatría. Eso no quiere decir que sea necesario exponerlos a los dos años, sino que al menos, hasta los dos años no tendrían que estar en contacto con ningún tipo de pantallas. Si es más tarde, mejor. El famoso neuropsicólogo Álvaro Bilbao recomienda incluso que no se les exponga hasta los seis años. Una exposición excesiva puede ocasionar a medio plazo un retraso en la adquisición del lenguaje y que cuando este se presente, sea más pobre.

2.- Entre los 2 y los 6, no más de una hora al día, preferiblemente menos. Esta recomendación, también de la OMS y de la Academia Española de Pediatría, se basa en que, los niños que están expuestos a las pantallas -ya sea a través de la televisión, los móviles, las tablets, etc.- tienen un desarrollo cognitivo peor, menor madurez y mayores posibilidades de padecer TDAH (trastorno de déficit de atención e hiperactividad).

3.- Entre los 7 y los 12 años, tampoco deberían estar expuestos más de una hora, y siempre bajo supervisión de un adulto para controlar los contenidos que ven. Trastornos del sueño o un mayor riesgo de fracaso escolar y de obesidad pueden ser algunas de las consecuencias de una exposición indebida.

4.- A partir de los 12, el tiempo de exposición puede aumentar hasta un máximo de dos horas, pero siempre controlando el contenido que visualizan, especialmente si se trata de redes sociales.

5.- Los dispositivos, fuera de la habitación. Hay muchos motivos por lo que los dispositivos electrónicos, sea cual sea, nunca deben estar en su habitación, tanto si se trata de niños como de adolescentes. Si están en un lugar común, como el salón, podemos controlar mejor los contenidos que visualizan o a los que juegan, el tiempo que se exponen y evitaremos que les roben horas de sueño.

6.- No utilizarlos como ‘calmante’ o cura para el aburrimiento, sobre todo si se trata de niños pequeños. Si usamos el móvil o la tablet mientras estamos en una fila, en una sala de espera o mientras charlamos con un amigo. De este modo, además de no aprender a esperar y convertirse en seres impacientes y con poca tolerancia a la frustración -algo que puede perjudicarles a lo largo de su vida-, no dejamos que su cerebro se aburra, algo esencial para que despertar su imaginación y su creatividad.

7.- Ni antes de dormir ni a la hora de comer. Estos dos momentos deben estar completamente libres de tecnologías. Después de cenar está totalmente desaconsejado porque puede incidir de manera negativa en el sueño, pues la luz de estos dispositivos, así como su sonido, sobre excitan a los niños y les dificultan conciliar el sueño. La falta de sueño repercute negativamente en su desarrollo, en el rendimiento escolar e incluso en su salud. A la hora de comer también está especialmente desaconsejado el uso de dispositivos por muchas razones, en primer lugar, porque debe ser un momento del día destinado a compartir momentos en familia, pero también porque comer es una actividad tan sumamente importante en nuestra vida que debemos aprender a hacerla con conciencia, es decir, siendo consciente de lo que comemos y cuánto comemos. Hay varios estudios que confirman que comer delante de la tele u otras pantallas favorece la obesidad.

Además de estos dos, debe haber otros momentos o lugares libres de pantallas, como la hora de hacer los deberes, si vienen a vernos algún familiar, en el baño, en el parque… o cualquier otro que decida la familia.

8.- Establecer unas normas de uso. Las normas de uso de estas tecnologías deben partir de los padres, no de los hijos, y son ellos los que deben decidir cuándo y cuánto deben utilizarse estos dispositivos: tiempo de uso, qué programas o juegos, siempre después de realizar sus tareas y responsabilidades, etc. las normas deben ser claras, conocidas por todos y se deben cumplir a rajatabla.

9.- Convertirlos en aliados. Es difícil, pero en caso de niños mayores de 8 o 9 años se pueden encontrar fórmulas para que el uso de estas tecnologías no sea solo puro entretenimiento. Busca contenidos bien diseñados y educativos, que les ayuden en sus estudios y, en caso de los videojuegos, podemos acompañarlos en el juego, ya no sólo para controlar los contenidos a los que se exponen, también para pasar compartir un rato más de juego y ocio con ellos.

10.- Predicar con el ejemplo. De nada sirve establecer unas normas si somos los primeros que las incumplimos. Si nosotros hacemos un uso racional de las nuevas tecnologías y cumplimos lo que les exigimos, tendremos más posibilidades de que nos hagan caso, las usen correctamente y evitar, así, la multitud de riesgos que conlleva su abuso.

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