Palavea continúa sin aceras tras una década de reclamaciones vecinales

  • "Hemos hecho de todo para que nos oigan y nada", dicen los vecinos.
  • El Ayuntamiento quiere 'blindar' el barrio convirtiéndolo en área protegida.
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Una vecina cultiva un jardín en la calle.
Una vecina cultiva un jardín en la calle.
Una vecina cultiva un jardín en la calle.

Las obras han sido el vecino con más presencia en Palavea en los últimos años. Edificios de varias alturas han colonizado un barrio que antiguamente era un refugio de gente mayor que incluso cultivaba pequeños huertos. Una historia que parece difícil de olvidar todavía hoy, ya que la zona se ha convertido en un un sinfín de bloques residenciales entre los que, según los vecinos, «hay que ir sorteando coches y malos caminos sin encontrar una sola acera».

José Vázquez -más de 50 años en el barrio- recuerda muy bien las movilizaciones vecinales de los últimos tiempos: «Hicimos de todo: recogimos firmas, pedimos entrevistas, enviamos escritos... y nada; no nos oyen (el Ayuntamiento)», asegura.

Protección especial

Por el momento, en María Pita no se contemplan actuaciones a corto plazo. El plan de infraestructuras no se acuerda de la zona en los presupuestos, pero la Concejalía de Vivienda pretende blindar la zona otorgándole protección especial como área de rehabilitación para poder cubrir además las necesidades del barrio. Los vecinos aseguran que a finales del verano pasado escucharon «la última promesa municipal» de que llegarán las infraestructuras, pero aún no han visto ningún resultado en el barrio.

El 'boom' urbanístico en Palavea ha hecho que sólo queden 14 pisos a la venta de la última promoción (de 64), que gestiona la santiaguesa Epamar. Y la propia empresa comparte las inquietudes vecinales: "La verdad es que el Ayuntamiento nos dejó a nuestro albedrío, porque sí faltan equipaciones en la zona, aseguran en la promotora, que ha vendido muchas viviendas a personas de fuera de A Coruña.

"Nadie va a acabar con mi chiringuito porque sí"

Empezó como algo sentimental y ya es todo un símbolo de resistencia. Mari Carmen Barba, casi 40 años en el barrio, valló hace tres lo que, dice, es suyo: siete metros cuadrados, que llama su chiringuito o jardín, delante de casa.

"Lo teníamos de siempre, y con tanta obra nos lo intentaron comer", explica. Ahora ha denunciado al Ayuntamiento, porque asegura que "con todo en regla" se lo mandaron tirar "de muy malas maneras".

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