Las instalaciones se estrenaron con una explosión demográfica, según recuerda el doctor Luis Ortega: «En los años setenta atendíamos hasta 70 partos al día. Era como un hospital de campaña».
Los nacimientos decayeron después y no ha sido hasta hace bien poco (2002) cuando han empezado a repuntar, aunque tímidamente, «gracias a la mejora económica, que suele ir acompañada de más embarazos, y a la inmigración», explica.
El peso de las madres extranjeras se refleja en un detalle que el propio Ortega comenta: «En la puerta de maternidad tenemos un listado de traductores, hasta de chino y ucraniano».
«Sólo yo toco a mi mujer»
Además de las lingüísticas, los sanitarios tienen que salvar a veces barreras culturales. «Algunas creencias son reacias a que los médicos varones atiendan a las embarazadas», comenta este médico.
Los 34 años que lleva trabajando en La Fe lo convierten en el mejor testigo de cómo ha ido evolucionando la cifra de partos y también la forma de asistirlos: «Las cesáreas han aumentado, en parte, para evitar las complicaciones de los podálicos (cuando lo primero que sale son los pies)».
También influye la reproducción asistida (al ser muy costosa nadie asume el riesgo de perder al bebé en un parto natural), la medicina defensiva (cuentan los médicos que la sanidad está muy judicializada y que les llueven demandas injustificadas) y porque hay quien no quiere parir y exige la cesárea «pensando erróneamente que no hay riesgo», se lamenta Ortega, quien aprovecha para reclamar anestesistas: «Sanidad no nos dota de suficientes».
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