La clave de la diversión es sencilla. Después de varias horas bebiendo, bailando y comiendo la paella gratuita que se reparte en las calles del barrio, los participantes suben hasta una explanada de tierra. Allí, los camiones cisterna municipales se encargan de regar a la multitud hasta convertir todo en un lodazal.
El origen de la fiesta está en la reivindicación del pasado alfarero del barrio. La atalaya es un centro locero desde antes de que la isla fuera española y la arcilla se extraía de la misma zona en la que hoy, cientos de personas se embarran. "Esa tradición estuvo a punto de perderse con la muerte de uno de nuestros alfareros emblemáticos y por eso decidimos comenzar con esta fiesta, para volver a situar La Atalaya como centro cultural" aclara Tomás Miranda, uno de los organizadores de la Traída del barro.
Pocos participantes conocen el origen de la fiesta, pero tampoco les importa. Eso sí, como ellos mismos dicen "es mejor dejar la limpieza de la casa para después de esta fiesta, porque si no, no vale de nada". Una ducha en una de las calles de barrio dejará a los participantes con un aspecto algo más presentable.
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