Las rebajas también tienen su propio CSI

  • 20 minutos acompaña a un inspector en su ruta de controles.
  • Velan por los derechos de los consumidores.
Un inspector en un comercio de la Gran Vía. (JORGE PARÍS)
Un inspector en un comercio de la Gran Vía. (JORGE PARÍS)
Jorge París
Un inspector en un comercio de la Gran Vía. (JORGE PARÍS)

Va de rebajas, pero en lugar de buscar el chollo se fija en los detalles que se escapan a la mayoría de los consumidores. Es José Javier Reinoso, uno de los 30 inspectores que el Ayuntamiento de Madrid ha destinado para llevar a cabo 1.175 controles en las tiendas que están en rebajas de todos los distritos y que ha hecho de cicerone de 20 minutos en una de sus habituales inspecciones.

El recorrido empieza en una de las arterias comerciales más importantes de la ciudad: la Gran Vía. Carpeta en ristre, José Javier entra en una tienda de ropa para jóvenes. Lo primero que hace es fijarse en el escaparate ausente de ropa pero con un gran cartel en el que se anuncian segundas rebajas.

Entre miradas tensas

Acto seguido saca su carné que le acredita como inspector del Consistorio y empieza a rellenar una ficha con los datos del local. "Cumple con el doble etiquetado, tiene las hojas de reclamaciones, todo correcto", prosigue el inspector bajo la atenta y tensa mirada de David Cortijo, encargado del establecimiento.

Cumple con el doble etiquetado, tiene las hojas de reclamaciones, todo correcto"

Aunque su presencia impone, José Javier procura mantenerse en un segundo plano: "Intentamos no interferir en las compras", relata mientras no deja de mirar precios. Continúa su periplo por la tienda y se fija en unas cazadoras.

Además del tique con el precio, también se fija en la etiqueta que deben llevar todas las prendas con la composición y el nombre del fabricante. "En casos extremos y para comprobar que la etiqueta corresponde al tejido, habría que coger muestras de tres prendas y llevarlas a analizar".

Los requisitos del tique

La última prueba a la tienda de David es el tique. "Cumple con los cuatro requisitos: lo entregan, especifica que es lo que se ha comprado, indica el precio y pone la fecha de la compra".

Pasada la prueba ante los resoplidos de los tenderos, la inspección continúa por un comercio anexo, también destinado al público joven.

Todo parece correcto salvo cuando se piden las hojas de reclamaciones. La dependienta se vuelve loca buscándolas y con mucho apuro reconoce que no les quedan.

En ese momento, José Javier levanta un acta de sanción, y ante una aterrada dependienta rellena la hoja con la que el establecimiento tendrá que hacer frente a una sanción de como mínimo 300 euros.

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