La vida de La Rulos, que así quiere que le llamemos, está llena de contrastes, quizá por ello advierte que no debe ser tomada como ejemplo de nada: «Vivo mi vida sin hacer daño ni molestar».

¿Lleva mucho en Valencia?

Desde julio de 2003.

¿Por qué vino?

Por trabajo, para conseguir dinero. En Francia trabajaba en la prostitución. Era muy rentable, pero lo dejé al llegar a España porque no me gustaba.

¿Y ahora qué hace?

De día trabajo como camarero. Por la noche me pongo mis tacones y unos pantalones apretados, me maquillo un poco y me voy a la calle. Mi vida aquí, en España, está muy ligada al mundo de la farándula y el espectáculo. Hago stripteases, también espectáculos de drag queen y despedidas de soltero. Ocasionalmente me prostituyo. 

Pero ¿no lo había dejado?

Sí, pero tengo dos hijas jóvenes en Ecuador a las que no veo desde hace tres años, y eso son muchos gastos.

Entonces, no es gay, sino bisexual, ¿no?

No, una de las chicas no es biológica; la otra sí. Ante mis

amigos de Ecuador me comportaba como un machito. Muchos homosexuales se ven obligados a salir de allí. Una noche de alcohol me retaron a acostarme con una mujer. Fue una trampa para demostrar mi hombría.  

¿Y cómo se toman su pluriempleo en el bar?

Lo aceptan. El encargado me ayuda mucho.

¿Y el resto de valencianos?

También. La mayoría respeta a los gay, otros nos ven como bichos.

No le creo.

Sólo he vivido un episodio de homofobia. Estaba trabajando en la estación de tren y llegaron dos en una moto. Me insultaron e intentaron pegarme con el casco.

Y me dirá que también encontró piso con facilidad.

Es que es verdad, fue así.