Un centenar de personas representa en Burgos la Jura de Santa Gadea

  • Actores, músicos y figurantes representaron el domingo en Burgos uno de los episodios más populares de la leyenda cidiana.
  • En el espectáculo participaron además medio centenar de caballos.
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Un centenar de personas representa la Jura de Santa Gadea, organizada por la asociación burgalesa de amigos del caballo.
Un centenar de personas representa la Jura de Santa Gadea, organizada por la asociación burgalesa de amigos del caballo.
RICARDO ORDÓÑEZ / ICAL
Un centenar de personas representa la Jura de Santa Gadea, organizada por la asociación burgalesa de amigos del caballo.

Más de un centenar de personas, entre actores, músicos y figurantes, representaron el domingo en Burgos uno de los episodios más populares de la leyenda cidiana: la Jura de Santa Gadea. Por segundo año consecutivo, la asociación burgalesa de amigos del caballo llevó a cabo esta convocatoria que congregó a miles de personas en el entorno de la catedral ya que la trama central se desarrolló en la plaza de Santa María.

Este año, la organización contó además con otros colectivos que se quisieron sumar a la representación y así, las asociaciones Vivar Cuna del Cid, Amigos de Atapuerca, Mesnada Rachela de Covarrubias de Burgos junto Jura de Santa Gadea, Burgoscon la asociación Chaparcallo de Ras de Zamora dieron colorido a un evento en el que los hombres del Cid estuvieron acompañados por medio centenar de caballos.

La representación comenzó a las 9.30 horas. El Cid acompañado de su mesnada, partió desde la localidad de Vivar del Cid. Tras realizar una ofrenda floral ante la estatua cidiana del municipio, los hombres del Campeador salieron hacia la capital, lugar en el que se desarrolló la representación de la Jura de Santa Gadea.

Rodrigo Díaz de Vivar y su ejército abandonaron los aledaños de la catedral para llegar, recorriendo las orillas del río Arlanzón, al Paseo de la Quinta, donde se dio por finalizada la obra. Sin embargo, la organización siguió hasta el monasterio de San Pedro de Cardeña. Allí, el Cid dejó al cuidado del abad y de los monjes a su mujer e hijas.

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