La subida de precios en los alimentos básicos como la leche o los huevos han puesto en un brete a los heladeros vizcaínos. Por un lado, podrían haber subido al mismo ritmo el precio de los helados, ganándose así la animadversión de los clientes y perdiendo, seguramente, a buena parte de ellos. Por el otro, podían asumir costes y elevar los precios lo mínimo indispensable.

Afortunadamente para los consumidores, han optado por lo segundo, por lo que los helados han subido ‘tan sólo' un 5%, poco más de la subida del IPC a principios de año. «Preferimos mantener la clientela aunque tengamos que sacrificar beneficios», señala Felipe Omagogeaskoa, propietario de la heladería Omago Txiki, en Gernika.

No obstante, la leche ha subido hasta un 60%, más o menos lo mismo que los huevos, lo que demuestra que el sacrificio de los heladeros ha sido considerable. «El año pasado compraba la leche a 2,40 euros el litro y el kilo de yema líquida a 2,49, mientras que este año los estoy comprando a 3,59 y 3,19 euros, respectivamente» comenta resignado Álvaro López, de la heladería bilbaína Capra.

El objetivo de los heladeros vizcaínos es, sin embargo, ir acabando con la estacionalidad del consumo de su producto, cuyas principales ventas se producen en verano. «Poco a poco la gente va consumiendo helado durante todo el año, pero todavía se piensa en él como un alimento para cuando hace calor», señala López.

En esta heladería, precisamente, están dispuestos a casi todo, con tal de cambiar la percepción de los vizcaínos y lograr que la gente coma helado durante todo el año: «Estamos dispuestos hasta a regalarlos, con tal de que se acostumbre».Si no tuviéramos los clásicos limón, nata, vainilla y chocolate, no venderíamos nada»

Clásicos en la variedad

Para paliar los posibles daños que un aumento de precios pudiera ocasionarles, los heladeros, al igual que los cocineros de la nouvelle cuisine, han decidido innovar. Ya no resulta extraño encontrar helados de garbanzos o incluso de bacalao al pil pil. Sin embargo, ellos mismos reconocen que los consumidores aún no están por la labor: «Si no tuviéramos los clásicos limón, nata, vainilla y chocolate, no venderíamos nada».

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