Los nacionalistas progresistas apelaron al civismo demostrado por la inmensa mayoría de la sociedad catalana, además de considerar que la violencia "no es admisible" como vía de solución de las diferentes concepciones del modelo de Estado.
Luis Campos hizo hincapié en que la política tiene que estar a la "altura" de los problemas de una sociedad fracturada, al mismo tiempo que consideró que la situación de esta comunidad autónoma "no puede opacar" las necesidades del conjunto del Estado.
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