Irene Vallejo: "En la antigüedad no había tanta necesidad de hacerse notar"

  • La escritoria publica ‘El infinito en un junco’ (Siruela), un ensayo sobre cómo nacieron los libros.
La escritora Irene Vallejo, autora de 'El infinito en un junco'.
La escritora Irene Vallejo, autora de 'El infinito en un junco'.
JORGE PARÍS
La escritora Irene Vallejo, autora de 'El infinito en un junco'.

Indagar en el origen de los libros citando a Iron Maiden o a YouTube. La escritora Irene Vallejo (Zaragoza, 1979), especialista clásica, construye un ensayo atípico (El infinito en un junco, de Siruela) y habla al lector de tú a tú.

La bibliografía es casi más larga que el libro.

Quería escribir un ensayo que se leyera con el placer de una novela. Todas las referencias están desglosadas al final para que la lectura se pueda disfrutar sin obstáculos. Como un paseo en el que te abandonas y vas visitando lugares, buscando ecos de personas, de acontecimientos. Y todo se mezcla con el mundo contemporáneo, que es en realidad lo que me apasiona.

Habla en primera persona y, digamos, rompe la cuarta pared.

Era el experimento, me pareció interesante hablar con el lector en segunda persona; es algo que no solemos hacer en literatura. La voz es habitualmente un poco fría en el ensayo, pero yo me dije: voy a explicarle al lector por qué este tema es apasionante para mí. Y creo que así entiende mejor el libro. Yo misma formo parte de toda una galería de personajes que acuden a la lectura en momentos difíciles e importantes de la vida como salvación.

¿Nos parecemos más a los antiguos de lo que creemos?

Diría que sí. Si estudias civilizaciones como el Egipto faraónico o el mundo mesopotámico son apasionantes, pero yo creo que no existe esa identificación profunda. La filósofa Amelia Valcárcel dijo: "En Grecia y Roma empezamos a ser tan raros". Es asombroso el parecido en grandes cuestiones como la democracia, pero también en otras pequeñas como la pasión que tenían los griegos antiguos por los cocineros; convertían sus chefs en celebrities.

Hay tantas cosas... En Roma, cuando alguien había escrito un libro celebraba una lectura pública, el equivalente a nuestras presentaciones. También encontramos las primeras especulaciones inmobiliarias, problemas con el alquiler, desahucios, etc. Situaciones que nos suenan mucho. Y la mayoría de debates que tenemos ya empezaron en aquella época, como el de la censura. Luego están las diferencias, que nos sirven para plantearnos si lo que nos parece normal no lo es tanto.

Su libro recuerda enseguida a 'El reino', de Emmanuel Carrère.

Has acertado, lo he tenido en la mesa del escritorio todo el tiempo. Cuando ya tenía escrito el principio del ensayo cayó en mis manos y para mí, como clasicista, fue un espectáculo. Sobre todo las transiciones, cómo pasa de un asunto a otro con esa agilidad maravillosa. Este tipo de divulgación ya la empezó Mary Beard, mucho más flexible, que no idealiza sino que baja del pedestal a los clásicos.

Carrère plantea una estructura que es aparentemente un caos, pero es un desorden ordenado, porque él siempre sabe hacia dónde va. Diferencia la parte autobiográfica del resto; yo, en cambio, he intentado mezclarlo. Lo que tienen los libros de maravilloso es que podemos convivir todos. Puede aparecer Tarantino y también Aristóteles; puede estar Iron Maiden al lado de Giorgio Vasari y de Safo de Lesbos. Es la máquina del tiempo o la abolición absoluta del tiempo.

¿La biblioteca de Alejandría era una locura o tenía sentido?

Tenía sentido, pero también su toque de locura. En realidad, fue la semilla de internet: un lugar para acceder al conjunto del conocimiento, la información y la creación. Quizá Ptolomeo y Alejandro, que fue quien tuvo la idea pero no llegó a ponerla en práctica, no eran conscientes de lo revolucionario que era. Y no solo la biblioteca, sino también el museo, que vino a ser el primer centro de investigación de la humanidad. A mí me encanta el personaje Herón, que descubrió el funcionamiento de la máquina de vapor muchos siglos antes de Watt, pero la utilizó para hacer muñecos autómatas. Escribió el primer tratado sobre robótica.

La escritora aragonesa Irene Vallejo.
La escritora aragonesa Irene Vallejo.

¿Cuántos papiros, pergaminos y códices ha tenido en sus manos?

Tuve la suerte de disfrutar de una beca de investigación durante los cuatro años de mi doctorado y estuve en Oxford y Florencia. En Florencia hay bibliotecas de patrimonio y con los debidos permisos puedes entrar en contacto con libros valiosísimos. Me pone los pelos de punta, porque en aquellos tiempos hacer libros era un enorme esfuerzo artesanal. Los copistas medievales en las abadías y monasterios hacían anotaciones al margen diciendo que tenían calambres, que les dolía la mano y pasaban frío. Era muy duro. Tenemos que imaginarnos lo que era copiar un libro de arriba a abajo a mano. Y lo ha hecho a lo largo de los siglos gente que amaba los libros y ha trabajado, en palabras de Borges, con una misteriosa lealtad.

Por eso cuesta creer que la 'Ilíada' y la 'Odisea' no nacieron como los libros que son hoy.

Pero fíjate, desde el mundo de la oralidad se han seguido transmitiendo sin interrupción. Si lleváramos a la época de Homero a un sociólogo, me pregunto cuántas posibilidades de sobrevivir les daría a esas historias que la gente se contaba. Otras desaparecieron, como el Gilgamesh, que luego se reconstruyó porque se encontraron las tablillas. Pero en Grecia es donde empieza la conversación ininterrumpida, por eso es el kilómetro cero de la cultura.

¿Hay que recordar que las mujeres tuvieron un papel importante en el origen de los libros?

Como mujer que me dedico a escribir, yo sí que lo necesito. Necesito saber que incluso en los tiempos más duros, cuando los obstáculos eran inmensos, había mujeres capaces de contar su mundo, de filosofar. El primer texto de la historia firmado con autor conocido fue de una mujer: la sacerdotisa acadia Enheduanna. Me interesan sobre todo tres grandes personajes: Safo de Lesbos, la única mujer del canon griego; Aspasia, mujer de Pericles y que pudo escribir algunos de los discursos de él, discursos que han utilizado Kennedy y Obama, e Hipatia, cuya muerte tan trágica simboliza el intento de acallar a las mujeres por la fuerza.

Antes los libros eran cosa de élites. Ahora el acceso es masivo, pero no leemos tanto.

En el mundo antiguo se vivió una primera expansión de la lectura y algunos escritores muy elitistas empezaron a sentirse molestos por el hecho de que la gente corriente leía sus libros. Sabemos que las bibliotecas y librerías empezaron a florecer lejos de Roma, incluso en zonas periféricas del imperio; luego llegaron los años duros, la Edad Media. Retrocedió la educación, hubo siglos de pobreza material y se tuvo que recuperar lo que habían conseguido los romanos. Ahora estamos avanzando hacia la plena alfabetización, pero la literatura compite con otras muchas formas de entretenimiento. Cuando empecé mi ensayo, al libro de papel casi se le condenaba a muerte y, aun así, yo le auguro una larguísima vida.

La escritora Irene Vallejo.
La escritora Irene Vallejo.

Cuenta que los griegos y romanos ponían unos títulos muy aburridos a sus obras literarias.

Los títulos señuelo surgen en el siglo XIX con la aparición de la prensa de masas. Los griegos y romanos no podían nombres a los libros o estos eran muy rutinarios; para ellos el libro no empezaba en el título, sino en el texto. Los trabajos y los días me parece un título hermoso, aunque en realidad solo es un intento de describir. En la antigüedad no había tanta necesidad de hacerse notar.

¿En qué libros modernos podemos encontrar referencias a los clásicos?

Están en todas partes. No solo en libros, como el best seller Circe, que se va a convertir en una serie de la HBO, es que no hay forma cultural por nueva y joven que sea donde no estén los clásicos. Están en los videojuegos, en el heavy metal —Iron Maiden dedicó un álbum a Alejandro Magno—, en la música rap, pop, en las series… He encontrado hasta ejemplos de youtubers, como Ter, que tiene la teoría de que las celebrities de hoy cumplen la misma función que esos dioses consentidos y malcriados de los antiguos. Me fascina. También pasa en la moda, Harry Potter, Star Wars, Los Juegos del Hambre, etc. Y en la tecnología: a los virus les llamamos troyanos. No sabemos vivir sin los clásicos y no tenemos que hacerlo, son inspiración.

Tiene 40 años. ¿Cómo de grande es su biblioteca?

Colonizo casas familiares, no caben en la mía. Además, tengo un niño pequeño que está adiestrado para ir sorteando las pilas de libros que tengo por ahí. Menos mal que en mi familia son comprensivos. No soy coleccionista en sentido estricto, aunque sí tengo algunos libros de referencia a los que no quiero renunciar, porque en momentos de atasco acudo a ellos para ver si su música y su atmósfera me sacan del atolladero. Los demás, van y vienen.

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