Sara o la plenitud, las memorias de amor de Fernando Savater

  • Llega a las librerías el último libro de Fernando Savater: 'La peor parte. Memorias de amor'.
  • Habla de su esposa, Sara Torres, que falleció hace cuatro años por un tumor cerebral.
El escritor Fernando Savater, en la UIMP (Santander).
El escritor Fernando Savater, en la UIMP (Santander).
UIMP - Archivo
El escritor Fernando Savater, en la UIMP (Santander).

Fernando Savater perdió a su mujer, Sara Torres, hace cuatro años por un tumor cerebral. Quedó hecho migas, pero es hombre de una jovialidad incombustible; cuando le preguntan ahora si es Savater replica: "Soy lo que queda", como si fuesen migajas. Y la verdad es que este libro final, La peor parte, subtitulado Memorias de amor, demuestra que como escritor no ha perdido un ápice de oficio. Savater lleva medio siglo publicando brillantes artículos, ensayos y novelas.

El estímulo principal de este libro es contar quién fue Sara Torres, una mujer de un gran coraje y un olfato intelectual poco común. Dirigió la revista de cine Nosferatu, fue una gudari afrancesada en los amenes de la dictadura, nacida en Canarias, se crió en Barcelona y arraigó finalmente en San Sebastián.

Savater había tenido en su madre su rival dialéctica más feroz hasta que se topó con Sara, capaz de batirlo en su propio terreno porque era una lectora febril. "Apartarse del redil y optar por una solución individual", así escribe Sara.

El libro es, sin dudarlo, muy triste, pero háganme caso, de una tristeza jovial —si vale decirlo así— y con páginas absolutamente magistrales, logrando en su conjunto una semblanza briosa de su princesa de Gros, el barrio donostiarra de su Dulcinea. Obviamente, un gran escritor, como Dante con Beatriz, no puede devolver a la vida a su amada, pero sí puede darle la modesta eternidad de las palabras.

En La peor parte hay líneas o pasajes de un humor devastador, si puede decirse así, porque Savater ha perdido la alegría de Montaigne, pero no perderá jamás la alegría de Sara, como cuando uno llora de pura risa, mezclando dos sentimientos antagónicos en uno solo, la mezcla feliz de toda auténtica vida vivida en plenitud.

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