Desde que se inició la exploración espacial, la idea de poder establecer un sistema fijo de transporte entre la Tierra y su único satélite, la Luna, ha estado en la mente de científicos de todo el mundo, pero siempre se planteaba casi como una utopía. Pero ahora, el trabajo de investigadores de las universidades de Cambridge, en Reino Unido, y Columbia, en Estados Unidos, ha dado un paso más hacia ese sueño y han publicado un proyecto que haría factible un ascensor entre nuestro planeta y la Luna.

El estudio ha sido publicado por la revista Acta Astronomica, recogido por la Universidad de Cornell. La clave es que su propuesta ya es factible con la tecnología de la que disponemos en la actualidad. La clave es un cable llamado Spaceline que habría que anclar a la superficie de la Luna y que la conectaría con la zona de gravedad de la Tierra.

"Con los materiales actuales, es factible construir un cable que se extienda hasta cerca de la altura de la órbita geoestacionaria, lo que facilitaría el recorrido y la construcción entre la Tierra y la Luna", dicen los autores.

El cable debería tener dos particularidades: ser extremadamente estrecho en sus extremos, para no colapsar por la presión de la gravedad, y ser muy ancho en el centro, para prevenir su rotura. Los astronautas sólo tendrían que acceder al extremo inferior del cable espacial, algo menos costoso que salir de la órbita terrestre con un cohete.

Una vez llegada a la zona estrecha, una nave espacial se aferraría a un transbordador alimentado por energía solar que subiría por ese cable. "El cable sería en una pieza de infraestructura muy parecida a los primeros ferrocarriles: el transporte de personas y suministros sería mucho más sencillo y fácil que un típico viaje espacial", dice Zephyr Penoyre, uno de los autores del estudio.

El cable se construiría con nanotubos de carbono, que son lo suficientemente resistentes, pero como no es posible en la actualidad fabricarlos a escala, no se descarta el uso de otros materiales.

El proyecto del ascensor espacial ha sido ratificado por la Academia Internacional de Astronáutica.