Puedes aprovechar ese momento, por corto que te parezca, para darte a conocer y buscar tu oportunidad de ascenso. La experiencia certifica la utilidad de tener preparada una exposición de quién eres, a qué aspiras, qué puede hacer por ti tu interlocutor y por qué le conviene hacerlo.
Conviene memorizar este ‘discurso del ascensor’ y no dudar en emplearlo si surge la ocasión.
Una buena estrategia
En esencia, la base del discurso se reduce a dar respuesta a unas preguntas básicas: ¿quién soy?, ¿a qué me dedico?, ¿en qué puesto trabajo?, ¿qué me hace diferente?, ¿qué beneficios pueden obtener de mí los que me contraten o apoyen?
La segunda parte del encuentro es la reacción de nuestro interlocutor, que se preguntará por qué debe interesarse por nuestro caso. Debemos darle una respuesta, con ejemplos que sirvan para probar nuestra capacidad.
El discurso debe ser preciso y elegante. No puede dar la impresión de estar preparado, aunque es necesario que lo esté. Ha de resultar sincero y mostrar nuestra personalidad.
Tenemos que hablar despacio, manteniendo siempre el contacto visual. Y conviene cerrar la charla solicitando una cita para profundizar en el asunto.
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