Usted es de Barcelona, ¿qué es lo que más le llamó la atención cuando llegó a Zaragoza?

La parte más auténtica, la antigua, con el puente de Piedra, La Seo (que es más bonita que el Pilar), el Museo de Tapices... Yo llegué en 1966 y La Aljafería era un cuartel inmundo, pero ahora lo han dejado perfecto.

¿Hay cosas que han empeorado desde entonces?

Sí. Cuando llegué aquí, la zona de Sagasta tenía unos edificios modernistas preciosos y los tiraron. Otra cosa que no se cuida son las cuatro vías de agua de la ciudad (Ebro, Huerva, Gállego y Canal Imperial). La Expo debería servir para mejorarlas y mantenerlas limpias.

¿Qué le falta a Zaragoza?

Debe mejorar el transporte público. Antes había tranvía y las calles estaban mejor. Se podría poner uno como el de Estrasburgo, donde me casé, que es moderno y silencioso.

¿Dónde se inspira para escribir sus libros?

Me gusta pasear por el Parque Grande y sentarme a escribir, aunque ahora hay demasiadas bicis y perros sueltos y es una pena que las obras estén quitando verde para poner asfalto. Aquí es muy habitual tirar árboles.

¿Aparece Zaragoza en sus obras?

Claro. Gran parte de Los inocentes de Ginel se desarrolla en Zaragoza, igual que Cuadrilla. Siempre sale algo.

¿Qué diferencias encuentra con Barcelona?

Barcelona me gusta mucho, pero tiene otro ambiente social. A veces los que la visitan y no hablan catalán se sienten mal, pero es una ciudad preciosa.

Un lugar para comer...

El Itziar II, que es de un amigo. Está cerca del puente de los Gitanos y voy mucho con los amigos porque te tratan bien y hay buena comida.

Y para comprar libros...

En el centro están las librerías más importantes, incluso han abierto alguna nueva en la que te dejan leer.

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