Juan Manuel García Orta es un joven brasileño de 17 años que fue adoptado por un matrimonio onubense y que este año ha cumplido su sueño de ser costalero de la Hermandad de Estudiantes. Nació en la ciudad carioca de Belem y atesora una selección de preferencias, gustos y tradiciones de España y Brasil. Practica caopeira, escucha mucha música y reconoce que "no sé ni cuando cae el Carnaval", aunque vive con especial intensidad la Semana Santa, abrazando la herencia de la familia de su padre, dos sentimientos que se repiten generación tras generación: "ser bético y de Estudiantes".
Comenzó saliendo en procesión durante algunos años como nazareno en Estudiantes y ya éste "he estado colaborando en el montaje, e interesándome en temas de actualidad de la hermandad para ayudar en lo que pueda". Su siguiente paso ha sido meterse debajo del paso. En 2007 participó con Hermandad de la Santa Cruz el Sábado Santo y el Viernes Santo lo hizo en la Soledad, aunque "por la lluvia sólo pude un rato". Ya en enero de este año portó a San Sebastián, patrón de Huelva, tras lo que le llegó la oportunidad de formar parte de la cuadrilla del Santísimo Cristo de la Sangre el Martes Santo, siendo fijador izquierdo en la cuarta trabajadera, aunque se declara "más devoto" de la Virgen de Valle.
No obstante, hablando de música prefiere la cofrade. "Me gustan las marchas procesionales, las de misterio y la escucho tanto de bandas de cornetas y tambores como de agrupaciones y la escucho todo el año, incluso cuando no es Semana Santa, aunque también música típica de Brasil como samba, bossa nova, que tienen un ritmo diferente y son en otro idioma", dice y reconoce que "a día de hoy me gustan más las marchas procesionales que la samba, aunque cada cosa tiene su momento y son compatibles".
De sus inicios como costalero recuerda que le costó "contener el ímpetu, pues soy muy nervioso, y el ir calmado y ver que un paso es un equipo, sin estrellitas y si no vamos todos a una las cosas no salen bien". Con más experiencia, el Martes Santo tuvo un día complicado, pues llovió, aunque su hermandad fue la única que se echó a la calle. "Empezamos con la euforia de tener al Señor en la calle, la culminación de todo un año, pero fue duro por la lluvia. Es el segundo año que nos pasa, pero hemos sido valientes, las cosas no están para guardarlas. Tuvimos que meternos a mitad de camino en otra iglesia, pero el ver entrar al Cristo en la Concepción fue muy bonito y la gente se emocionó".
Con respecto a otros contrastes que ha experimentado en Brasil, comenta que "allí son muy católicos, no faltan un domingo a misa y tienen unas catedrales espectaculares. Toda la gente rebosa alegría y simpatía y no necesitan mucho para ser feliz . Las personas son muy hogareñas, acogedoras y lo primero es la familia. Te hacen ver la excesiva importancia que se le da aquí a algunas cosas".
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