Llueve sobre mojado. Isa Pantoja está empecinada en reabrir heridas del pasado, concediendo entrevistas que sirven no solo para perjudicar el concurso televisivo de su hermano, sino también para provocar mayores quebraderos de cabeza en el seno familiar.

Sus últimas declaraciones, insistiendo en que los suyos le han dado la espalda y la cubren con el manto del desamparo, confirman que ha encontrado en la discordia familiar –corregida y aumentada por cuestiones de guion– una forma de obtener ingresos rápidos y sin esfuerzos.

Isa tensa la cuerda en una especie de reto a las emociones y sabiendo que su madre, que se ha desvivido por ella, acabará siempre concediéndole el perdón: "Me han entristecido sus palabras, pero lo único que me importa es que los dos estén sanos", dice Isabel Pantoja a 20minutos.

Todos coinciden en que el hecho de que haya insinuado, por ejemplo, que su hermano la incitó al consumo de estupefacientes despierta comentarios que debería haber evitado. Insisten en que ha cruzado una línea que es peligrosa.

No solo porque hay límites que ni siquiera el dinero puede compensar, sino porque, sostienen, la joven es consciente de que confesiones así pueden enturbiar una imagen que ahora luce casi virginal.

No es cierto que Pantoja, madre entregada por encima de todo, entorpeciera la recuperación de su hijo Kiko. Muy al contrario, apoyó y guió al joven por el camino que, junto a Irene Rosales, consideró que iba a ser la mejor opción. Otra decisión, como la de ingresar en un centro especializado, habría provocado una persecución informativa sin precedentes.

Los medios hubieran hecho guardias, directos y quién sabe si hubieran intentado obtener información confidencial. Parece que la determinación escogida fue la mejor, pues Kiko es ahora un treintañero recuperado, trabajador y con una vida totalmente sana. Un ejemplo de que constancia, tesón y responsabilidad son los mejores compañeros para ganar cualquier batalla.