Pórticos de clausura

Los templos del Casco Viejo ponen verjas para impedir el acceso de vagabundos, los orines de parranderos... Era el lugar favorito de los sin techo.
Un transeúnte pasea frente a las verjas de la iglesia de San Nicolás en Bilbao.(R.B.)
Un transeúnte pasea frente a las verjas de la iglesia de San Nicolás en Bilbao.(R.B.)
Un transeúnte pasea frente a las verjas de la iglesia de San Nicolás en Bilbao.(R.B.)
«Venga señor, le llevamos a un albergue». El vagabundo que dormía en los soportales de la iglesia de San Nicolás en Bilbao se volvió al párroco y le preguntó: «Pero, ¿ahí dan vino?». «No», respondió el cura. «Pues no voy», sentenció el hombre acurrucado entre cartones.

La Casa de Dios en Bilbao está vallada. Una ordenanza municipal, aceptada por la Iglesia vizcaína, ha puesto verjas en todos los templos del Casco Viejo y en algunos más del medio centenar que alberga la capital. Eran lugares con nocturnidad, frecuentados por vagabundos, toxicómanos o pijos meones. Los edificios estaban deteriorándose, y el Ayuntamiento cortó por lo sano.

«Ni siquiera podíamos usar la puerta principal de la iglesia, por lo estropeada que estaba a causa de los pises», recuerda Luis Alberto, párroco de Santiago. Esta parroquia lleva vallada desde el año 2000. La de San Nicolás, recientemente.

En efecto, los pórticos de las iglesias daban ventajas sin par. Guarecidos de la lluvia, sin coto al vino y con limosnas matutinas.

Claro que allí acechaba el frío, e incluso la Policía Municipal llevaba en ocasiones en su propio coche a los vagabundos a los albergues, según recuerda el párroco de Santiago. Ahora, bajo los arcos de piedra, sólo duermen las palomas.

Un albergue no es lo mismo

«Quien no haya meado nunca en la puerta de la iglesia, que tire la primera piedra», ironiza un joven al pasar frente a las verjas de la iglesia de Santiago, emulando palabras del Evangelio. Era una estampa típica de las parrandas bilbaínas, ya desaparecida. La ciudad tiene seis albergues para los sin techo, con 260 plazas, pero muchos vagabundos prefieren dormir en bancos o cajeros. Las casas de acogida tienen horarios, no dejan beber en su interior, ni meter a los animales de compañía.

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