La riqueza de los pueblos de nuestra provincia se descubre cuando nos acercamos a villas como la de Muñoveros, a pocos kilómetros de Turégano. Quizás su principal reclamo sea la de descubrir la lápida que, dice la tradición, guarda los restos del comunero Juan Bravo. Pero una vez dentro de la parroquia de San Félix, la leyenda queda en un segundo plano.
Muñoveros (206 habitantes) está a 42Km de Segovia, a él se llega por una carretera estrecha con el piso levantado que hace que el coche vaya dando botes. El desvío para ir a este pequeño pueblo se toma en Veganzones. Un cartel doblado y oxidado nos muestra el camino hacia lo que parece el fin del mundo, sin serlo.
Puro compendio castellano
Cuando llegamos un candado abraza la puerta enrejada de la iglesia. Por suerte ahí está Florentino Martín, anciano de 77 años, que no duda ni por un momento en coger las pesadas llaves del templo para hacernos pasar en la que ha sido y es su "segunda casa". Pasamos por una puerta secundaria, al fondo, justo en frente, se alza el gran retablo de madera policromada con las figuras de San Félix "el morenito" y la Virgen.
Florentino, con paso lento y voz ronca, nos hace volvernos hacia nuestra izquierda donde en un rincón está plantada una enorme pila bautismal, antiquísima. Sus enormes proporciones nos dan una ligera idea de su peso. "Los de la Edades del Hombre de Segovia pretendieron llevársela para exponerla, pero pesaba mucho" nos explica.
Cuando miramos al suelo descubrimos que está formado por infinidad de planchas de piedra, algunas con números grabados. "Todo el subsuelo de la iglesia es un cementerio, antes no había bancos y cada mujer venía con su reclinatorio", poniéndolo justo encima de la piedra que marcaba la cripta familiar. En otra de las naves del recinto nos encontramos con la reliquia de San Félix, un trozo de hueso franqueado por distintas piezas de platería segoviana del siglo XVI.
Florentino, el alma de la parroquia
Florentino nos lleva de un lado a otro de la iglesia, descubriéndonos mil detalles e historias que recuerda con nostalgia. "Fui aquí monaguillo de los 7 a los 14 años, y después sacristán hasta los 40", aunque de hecho sigue siéndolo. Los domingos toca el órgano y los días de boda "hacemos la Misa Castellana", una tradicional ceremonia que se acompaña con el tamboril, flauta y el almirel. Un eco del pasado a punto de desaparecer.
Las anécdotas jalonan nuestra visita. No nos cansamos de oírlas de boca de Florentino, que a veces se emociona tanto que tiene que hacer un alto en el camino. Casi nos olvidamos de los supuestos restos de Juan Bravo, que nos esperan justo en la misma puerta principal. Pasamos bajo una portada románica para mirar con curiosidad una inscripción que dice "Aquí Está". Un acta municipal de 1921 nos cuenta la exhumación que por aquellas se practicó, sin ningún resultado esclarecedor. Al final abandonamos Muñoveros dándonos cuenta de la riqueza histórica y humana de nuestra tierra segoviana.
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