La diferencia entre una peluquería de Cabo Verde y una peluquería española es, entre otras  muchas cosas, es que en la caboverdiana uno podría hacerse un corte en el que luciera el dibujo de Mickey Mouse, entre otros muchos peinados.

En la entrada de la peluquería que regenta Marcolina Ferreira, muy cerca de la Puerta de Atocha, pueden verse los distintos tipos de rapados con dibujos, de todos los estilos. Hay más que cortes. Muchos son pequeñas obras de arte.

Marcolina explica que tanto los estilos como el modo de hacer los tratamientos de belleza (desde una limpieza de cutis hasta una manicura o una pedicura) son distintos a los del resto de la comunidad. «Aquí, por ejemplo, no quitan la cutícula, no hacen dibujos sobre las uñas, no van al detalle. Nosotros sí. Nuestro estilo es mucho más juvenil que el que hay en España».

Mientras Marcolina tiñe un cabello de rubio con una pintura que va haciendo efecto a base de masajes, en lugar de con el tradicional pincel, se escucha el eco de muchos idiomas. «Aquí no sólo trabajamos gente originaria de Cabo Verde», explica.

«Hay gente de muchas nacionalidades: marroquíes, brasileños, ecuatorianos, bolivianos, dominicanos, rumanos y españoles, por supuesto. Y nuestros clientes son también de todo el mundo».

Los productos que se utilizan también son «inmigrantes», traídos de fuera, normalmente de Estados Unidos. «La mayoría de la gente en Cabo Verde, aunque tiene un estilo muy europeo, tienen cabellos mestizos, muy buenos para trabajarlos en la peluquería. Hay que utilizar productos para cabellos ásperos, y los mejores son los afroamericanos, incluso para los cabellos porosos de las españolas, aunque no sean mestizas».