La dama y el vagabundo

Juan Jacobo es un sin techo que vive desde hace siete años en el portal de un edificio de la plaza Belluga. Se siente de la familia de la propietaria, pero ella quiere que se marche.
Juan Jacobo mira a la dueña del portal donde él duerme.(F.Muñoz).
Juan Jacobo mira a la dueña del portal donde él duerme.(F.Muñoz).
Juan Jacobo mira a la dueña del portal donde él duerme.(F.Muñoz).

En el portal número 5 de la plaza Cardenal Belluga de Murcia, en un edificio emblemático del centro de la ciudad, vive Juan Jacobo. Un sin techo, ex marino mercante, que se siente ya como si fuera familia de los propietarios de una casa que está deshabitada desde hace siete años, el mismo tiempo que Juan Jacobo decidió vivir en su puerta.

«Hola, tita, ¿cómo estás?» Así suele recibir Juan Jacobo a diario a la dueña María Dolores Abellán, cada vez que acude al edificio a echar un vistazo a su casa e intenta abrir la puerta. Una relación cordial entre ambos que él quizá haya transformado en su imaginación en el cariño añorado de una vida personal marcada por una familia desestructurada en Asturias.

Un portero especial

Pero María Dolores Abellán lucha para que Juan Jacobo deje de ser su portero. «Es buena persona y a mi marido y a mí nos respeta mucho; pero cuando vienen mis hijos, no les deja entrar al edificio porque no los conoce e intenta proteger la casa», cuenta.

Los problemas con el alcohol son los responsables de que Juan Jacobo esté en la calle. «Estoy aquí porque hace solecito y en Murcia hay gente muy buena», explica el sin techo, que no pide limosna. Vive de una pensión mensual de 328 euros y de la gente de la plaza que le conoce y le invita a un chocolate con churros.

Entre cartones, una manta y periódicos, se pasa las horas en su portal tomando el sol. Sólo se mueve en la fecha de su santo: San Juan. «Se va un mes a Valencia a celebrarlo», asegura María Dolores.

Pero este año lo celebró allí durante seis meses y al volver a su portal, en Navidad, el problema se agudizó.

En varias ocasiones, los técnicos de Servicios Sociales han logrado convencerlo e internarlo en el albergue Jesús Abandonado de Murcia, pero sus constantes recaídas con el alcohol llevaron a la dirección a expulsarlo del centro.

Con la ley en la mano, nadie puede obligarle a dejar el portal e ingresar en un centro de desintoxicación. Y Juan Jacobo se siente tranquilo, como guardián de su edificio.

Quieren darle la incapacidad

Juan Jacobo ya es como de la familia de los técnicos del Servicio de Emergencia Móvil y Atención Social de Murcia. «Su estado de salud está empeorando y si no se quiere ir del portal iniciaremos el proceso jurídico para que un médico forense determine que está incapacitado», aseguran los técnicos. De esta forma podrá ser atendido en una institución para rehabilitarse.

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