De madrugada y sin rehabilitar. Así abandonó ayer la cárcel Gregonio Cano Beltri. La Audiencia de Barcelona le condenó a 167 años de prisión por 15 agresiones sexuales y dos tentativas en 1998. Después cumplir 20 años de condena, los responsables de la prisión aseguran que hay un riesgo elevado de que repita las agresiones por las que fue encarcelado. Su puesta en libertad ha reabierto las heridas de sus víctimas y el debate sobre la rehabilitación de este tipo de presos.

La Fiscalía ha ordenado a los Mossos d'Esquadra la vigilancia «no invasiva». Los agentes tendrán que seguir los pasos de Cano Beltri para determinar si sus pautas son las mismas que antes de entrar en prisión. El ex reo podría, sin embargo, denunciar a los agentes si considera que la vigilancia limita su libertad individual. En este caso los agentes tendrían que abandonar la vigilancia.

Lo primero es que asuman la responsabilidad y comprendan el daño causado. En segundo lugar, que entiendan que sus actos también son dañinos para ellos mismos . Y por último, se induce a que cambien su visión del mundo, adquiriendo habilidades sociales y mejorando las relaciones con el resto de personas.

Instituciones Penitenciarias en España han desarrollado un Programa de intervención en el medio penitenciario. En él se incide en que los agresores identifiquen sus emociones, sus comportamientos violentos y puedan evitarlos. También se trata la empatía. Se trata de programas voluntarios, es decir, tienen que ser los propios criminales los que accedan a participar en ellos.

Los informes penitenciarios durante su estancia en prisión han sido determinantes: el violador de la Verneda no está rehabilitado. Él mismo lo ha reconocido e incluso llegó a solicitar la castración química, que finalmente le fue denegada. Además el ex reo durante sus permisos y talleres penitenciarios se abrió cuentas en redes sociales. En ellas la gran mayoría de interacciones tienen motivos sexuales.

Se trata de un procedimiento ambulatorio que debe repetirse cada tres meses. El tratamiento consiste en inyectar de forma intramuscular una droga llamada DepoProvera. La castración química es obligatoria en países como Rusia, Estados Unidos o Polonia delincuentes sexuales que abusaron de menores. En España es voluntaria.

La castración química reversible suprime y calma el impulso de los agresores sexuale. Según expertos no es una solución a largo plazo. Aseguran que los fármacos no enseñan conductas, si no que las reprimen y en el momento en que se deje de suministrar la sustancia al agresor puede volver a ser una amenaza.

Distintos psicólogos y expertos coinciden en que son las primeras experiencias afectivas y las primeras relaciones sexuales las que establecen el patrón de actuación y hacen que una persona pueda llegar a agredir sexualmente. Muchos de los violadores han sufrido malos tratos en casa o desajustes emocionales que inciden en la falta de empatía.

Según Instituciones Penitenciarias la reincidencia es de un 10%. Algunos de los casos más sonados son los de Félix Vidal Anido, conocido como el 'violador del estilete'; Pablo García Ribado, 'el violador del portal'; José Francisco de la Cruz, alias 'El Boca'; y el pederasta de Ciudad Lineal. Todos ellos cumplieron sus años de condena y al salir a las calles volvieron a cometer delitos de carácter sexual.