El pozo, de cantería tallada en piedra, de forma hexagonal y 90 centímetros de diámetro, se descubrió tras las catas arqueológicas para un nuevo edificio.
Procede de una casa de mediados del siglo XIX y se encuentra bajo el asfalto de la calle, apenas a dos palmos de la superficie. Hace unos 60 años, un vecino de la zona, Juan de Dios Tamayo, lo pintó con cal, según recuerdan otros residentes.
El solar, que también contiene restos de pavimento, escalones, sillares, alcantarillado y parte de un arco, se ha recubierto con tierra blanda para realizar un estudio geológico sobre la consistencia del terreno, bajo el que se encuentra el enorme y peligroso hueco de más de diez metros de profundidad.
Un técnico del departamento municipal de Conservación del Patrimonio inspeccionó ayer la zona y garantizó que, «por ahora, todo deberá guardarse tal y como está», a la espera del informe o memoria definitiva que realice pró ximamente la Conselleria de Cultura.
La promotora confía en iniciar las obras en un par de meses, una vez que la empresa autora de las catas le haya asegurado que «no hay nada significativo» para salvar.
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