Kiti Mánver: "A mí no me dice un hombre: ¿'te' friego los platos?

  • "No me gusta el discurso lastimero, la vida es difícil para todos, no solo para los actores", dice la actriz que protagoniza 'Las heridas del viento'.
  • "Ellos tienen una parte femenina, aunque igual hay algún megaborrico que no".
Kiti Mánver en un momento de la entrevista para 20minutos.
Kiti Mánver en un momento de la entrevista para 20minutos.
JORGE PARIS
Kiti Mánver en un momento de la entrevista para 20minutos.

La antequerana de 1953 (no oculta la edad) María Isabel Mantecón Venalte, conocida como Kiti Manver, debutó en a los 17 años, dirigida por Jorge Grau, en Chicas de club. Ha trabajado, entre otras, en Pepi, Luci Bom y otras chicas del montón, Mujeres al borde de un ataque de nervios, Todo por la pasta, Boca a boca, La comunidad o Los abrazos rotos.

Ha sobrevivido con buenos papeles y a fuerza de trabajo y talento, aunque esto en su profesión no siempre sea una garantía. Nos recibe en su casa, y sin apenas maquillar ni una vestimenta especial, y no solo para hablar de la película que protagoniza, Las heridas del viento, o la serie que está rodando, Las chicas del cable.

Vaya papelón hace en Las heridas del viento (ya en cines),y además, de hombre.

Sí: es así, un papelón. Es muy diferente a todo lo que he hecho antes. No conocía esta manera de trabajar, del menos es más.

¿Lo más difícil al hacer de hombre?

Que la gente se lo crea. En la obra, porque antes que película fue obra de teatro, la gente se lo creía. Enseguida vimos que había una película.

Y con un guion muy poco convencional y en blanco y negro...

Es que ese blanco y negro es como el claroscuro que tiene el amor, que parece que te estás elevando y al momento estás sufriendo como un condenado.

¿Le ha tocado mucho emocionalmente?

Yo he tenido en cuatro o cinco ocasiones personajes muy intensos emocionalmente y te quedas exhausto. Pero bueno, para eso están los psicólogos y psiquiatras. Hay que indagar tanto y tan dentro...

Hay que meterse en todos los abismos...

En todos los abismos. Tengo que hacer de asesina o delatora, y yo no soy una delatora. Pero, si rascas, igual te encuentras con que alguna vez lo has sido. Y no es fácil.

¿Estamos hechos casi de todo?

Sí, el ser humano tiene de todo dentro, igual que distintos tipos de sexualidad. Los hombres tienen una parte femenina que la mayoría no quiere reconocer y se escudan en su machismo, pero la tienen. Aunque puede haber algún megaborrico que no la tenga. Todos tenemos parte de mal y de bien. Da vértigo entrar en eso, pero hay que hacerlo. Son nuestras armas.

¿Está haciendo casi el trabajo contrario al que hacía con Almodóvar?

En la manera de expresión, sí. El papel de ahora, el de Juan, es el de un amargado, irónico y un hombre muy contenido. La soledad le ha llevado a ser así. Es muy retenido pero no deja de estar hirviendo. Se le escapa la lagrimilla pero, cuando está a punto de caer, la retiene. No deja de ser intenso. Tan intenso como los de Almodóvar, que están llenos de emoción. Acuérdate de Qué he hecho yo para merecer esto. Es una tragicomedia: te partes de risa y al mismo tiempo padeces lo que pasa.

No le falta casi ningún director de los grandes...

Alguno me falta, pero no quiero ser una agonías. Yo estoy muy abierta a trabajar con gente joven. En la televisión, por ejemplo, estoy descubriendo a jóvenes que son muy buenos.

¿Se siente querida por la tele?

Sí, y además a mí me gusta mucho. Y luego está que si no sales en la tele, no existes. En La casa de papel o Las chicas del cable hay realizadores con un conocimiento increíble. Hacen la mejor acción, tan buena como en EE UU y con pocos medios. Al tiempo tienen un conocimiento total de la dirección de actores, pese a su juventud.

¿De quién aprendió más, quién le dio la opción de sacar lo mejor de sí?

Sería injusto elegir, pero el primer director que consiguió que me tirara a la piscina fue Miguel Narros con el papel de la hijastra en Seis personajes en busca de un autor, de Pirandello. Ahí dije: por esto era que yo quería dedicarme a esta profesión.

¿Era una niña artista?

Desde muy pequeña, no he tenido ni que pensarlo. No recuerdo otra manera de ser. Se llama vocación. Y paciencia.

¿Cuánta, casi infinita?

Mucha. Los primeros 20 años fueron duros. Y luego hay que ser sensato, si tienes un subidón, porque esto es un vaivén. Yo lo hice bien, porque durante mucho tiempo no me salían protagonistas y no tenía complejos en hacer cosas no tan grandes.

¿No hay papeles pequeños?

Entre quedarme en casa esperando una quimérica protagonista y hacer un papel pequeño, estaba claro. Incluso con guiones que no eran de mi total gusto. Quería nombrar también a Enrique Urbizu que en Todo por la pasta, por el que me dieron mi Goya, me dijo: "Kiti, este no es el personaje que quiero". No tenía ni 30 años pero me hizo confiar. Desde entonces mi relación con los directores es de otro modo.

¿Qué precio personal se paga con esta profesión?

Dile a un pintor a ver si no es difícil. Yo me quedo con que hago algo que me gusta mucho y me llena. No me gusta el discurso lastimero, la vida es difícil para todos, no solo para los actores. Es parte de la propia vida.

Mujer, actriz y con una edad, ¿hace falta preguntar?

La mayoría de los personajes cojonudos de cine y televisión son para ellos, y en cualquier edad. Si hablamos también de edad, ya ni te cuento. Pero a mí no me importa hacer de madre o tía.

Pero ese machismo al final duele.

Se ha avanzado, pero aún hay pasos atrás. En la manera de expresarse, ¡ hay cada marichulerío! Hay chicas que dicen «yo no soy ni feminista ni machista», ¿pero cómo no vas a ser feminista?Están llamando la atención de la presencia de la mujer en los gobiernos, porque reparten de otra manera y el mundo irá mejor. Esto es imparable, pero hay que educar mucho. Mira el deporte, ¿por qué casi no se ven mujeres?

El cine también puede contribuir, que lo va haciendo, pero también es responsable de muchas malas informaciones...

Claro, es la historia: «Mujeres, a sufrir». Hay mucho todavía que está en contra de la existencia y la felicidad de la mujer. Empezando por cosas aparentemente pequeñas. A mí no me dice un hombre: "¿Te friego los platos?" No, tú los friegas porque comes en ellos.

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