Julio Miró Cerdá «todo lo que gano se lo doy al convento»

Jardinero municipal, dolçainer, dimoni, fraile capuchino, autor de obras religiosas y compositor de pasodobles para las Hogueras, dentro de dos meses se jubilará para ser encuadernador monástico.
La sonrisa de Julio Miró Cerdà es tan beatífica como guasona, y su forma de hablar tan plácida y abreviada que debes despegarle su existencia a cucharadas.Desde 1943 de L’Olleria (La Vall d’Albaida), su primer adiestramiento musical comenzó con 10 años en la banda Santa Cecilia de su pueblo, donde manipuló el clarinete «hasta los 15 años», experiencia que después siguió con la dolçaina.

Pero no fue tan fácil: «me regalaron una dolçaina, pero no la hice sonar en 10 años». Hasta que un día otro popular dolçainer del terreno, Lluís Avellà, «me tiró la caña al suelo y me puso otra nueva». Desde entonces, hace ya dos décadas, pulsa este instrumento del país en la Colla Sant Antoni, que los martes ensaya en el Carrer del Pou.

Jardinero municipal desde 1982 y ex trabajador de Ecisa, también fue dimoni de la misma colla y profesor de Religión en el Instituto Politécnico de Babel, hoy centro de ciclos formativos Botánico Antonio José Cavanilles.

Capuchino lego («yo no soy cura sino fraile, no puedo dar misa»), habita en la iglesia y convento que los Padres Capuchinos tienen en Reyes Católicos (seis monjes en plantilla) y todo lo que gana lo deja allí: «Esa es mi familia». Antes trabajó en un convento de Totana (Murcia) con las comunidades cristianas de base, tras estudiar en el Instituto Antoniano de Roma, la Universidad franciscana.

Replantador botánico en las plazas de Calvo Sotelo, Oliveretes y La Muntanyeta, ahora atiende las de Gabriel Miró, Ruperto Chapí y Portal de Elche. «Y las plantas del Ayuntamiento», como «ilustre jardinero», según sus compañeros, «de la escalera y del Salón Azul».

Compositor de pasodobles de Hogueras (José María Guirao, Josep Amand Tomàs y Colla i bacores), también ha escrito Vivir el Evangelio, dedicada al santo de los animalitos, «i un fulletet sobre Sant Pasqüal», el mártir de Orito.

Jamás afiliado a un partido ni sindicado («pertenecer a una central obrera no es sólo pagar, también hay que trabajar»), apenas le quedan dos meses para jubilarse. «¿Qué voy a hacer? A ver si me enseño a encuadernar. En los conventos hay muchos libros y revistas».

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