Desde principios de la década de los 90, Itziar Okariz (San Sebastián, 1966) desarrolla acciones que, como ella misma ha comentado, "consisten en transgredir las normas de comportamiento y tránsito normativizadas". Desde una perspectiva feminista, siempre le ha interesado traspasar el concepto tradicional de ciudad y manifestar, de una u otra manera, su interés por las relaciones entre el individuo y la sociedad.

Con base de operaciones en Nueva York desde hace décadas, la artista donostiarra cruza de nuevo el océano para convertirse en la protagonista de una exposición antológica en el Centro de Arte Dos de Mayo CA2M que repasa su trayectoria y, a la vez, reconoce su labor en pro del desarrollo de ese género tan desconocido para muchos que es la performance.

Comisariada por el crítico de arte y comisario independiente Jesús Alcaide, el título de la muestra ...una construcción, es decir, una jerarquía de momentos, expresiva de cierto concepto grande o pequeño, abstracto esotérico, es un extracto del texto Oficio de poeta de Cesare Pavese y a la vez, todo una declaración de intenciones de la artista sobre la interpretación de su obra.

Alcaide ha seleccionado una serie de proyectos que recorren todas sus etapas y con los que intenta visibilizar la importancia que el trabajo de Okariz ha tenido no solo para la performance en España sino a nivel internacional. De hecho, su estancia en el CA2M es el segundo capítulo de un recorrido que se inició en la Kunsthaus Baselland de Basilea y que a continuación visitará la Tabakalera de San Sebastián en 2018, en un claro intento por internacionalizar el trabajo de esta creadora.

Los trabajos que pueden verse en la exposición van desde la deconstrucción de lo corporal a sus últimos experimentos con la voz y el lenguaje. En sus primeros trabajos Okariz utiliza su propio cuerpo como campo de operaciones. Es el caso de Costuras de 9 y 4,5 cm de pelo humano sobre la piel (1993), obra en la que se cosía líneas de pelo en la mano de una manera superficial; o Variations sur le même t'aime (1991-92), para la que se rapó el pelo dibujando un mapamundi sobre su cabeza.

Con la siguiente pieza, Bodybuilding (1994) da un paso adelante en esa transformación corporal, fotografiándose en su estudio con una serie de prótesis de látex que imitan el cuerpo humano desnudo.

Probablemente uno de sus trabajos más conocidos, el que más ha dado que hablar y en el que se ha definido mejor como ciudadana feminista ha sido Mear en espacios públicos y privados, que desarrolló entre los años 2000 y 2007. Más allá del primer impacto visual –la artista orinando sobre un coche, el puente de Brooklyn o el descansillo de una escalera-, se lanza un desafío a la discriminación sexual que la arquitectura ha impuesto a las mujeres y se reivindica su interacción con la ciudad.

Pasados ya a esa parte en la que la artista experimenta con el lenguaje, destaca la serie Irrintzi, de la que aquí puede verse Irrintzi Repetition, Guggenheim Bilbao (2007) en la que este sonido utilizado en los valles vascos y luego como exaltación de la identidad se emite cada cierto tiempo por un altavoz mientras la imagen aparece congelada, provocando en los oyentes del grito una sensación de desasosiego.

Por su parte en Baron Ashler (2017) dos altavoces empiezan la lectura de un texto, uno desde el final y otro desde el principio, hasta que ambas voces se encuentran en un punto intermedio. Con ella reflexiona sobre la inintegibilidad y la utilización del lenguaje más allá de la función comunicativa.

Otro de sus últimos trabajos es Diario de sueños (2017), resultado de una lectura fragmentaria de un extracto de un diario de sueños que la artista registra de manera regular y traduce a texto desde hace años.