Crítica de 'Madre!': Alegórico, desmedido y desconcertante Aronofsky

  • Este viernes 29 de septiembre se estrena 'Madre!', última película de Darren Aronofsky, protagonizada por Jennifer Lawrence y Javier Bardem.
  • A pesar de lo que parece por los tráileres, no es un filme de terror.
  • Se trata de una película llena de tensión y simbolismo.
Escena de 'Madre!', de Darren Aronofsky.
Escena de 'Madre!', de Darren Aronofsky.
Paramount Pictures
Escena de 'Madre!', de Darren Aronofsky.

No, Madre! no es una película de terror. No se deje llevar por los engañosos tráileres que parecen querer convertir lo último de Aronofsky en lo que no es. Ni es un filme de miedo –probablemente a la mayoría de los fans del género ni siquiera les gustará–, ni los mensajes crípticos que se muestran quieren decir lo que uno imagina ni se trata de un producto comercial, por mucho que esté protagonizada por estrellas como Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris y Michelle Pfeiffer.

Tampoco ser fan del director garantiza que la película le vaya a gustar. Madre! es puro Darren Aronofsky, sí, llena de simbolismo, con una fuerza visual arrolladora y magníficas interpretaciones, pero en esta ocasión todo se lleva al extremo, a un delirio que, sobre todo en los últimos compases del filme, llega a aturdir.

¿De qué va la película? Simplificando mucho se puede decir que trata de una pareja que vive en una casa apartada en el campo y mientras él, escritor de éxito, trata de romper su bloqueo creativo, ella se afana en reconstruir la vieja mansión en la que habitan. Sin embargo, la paz se trunca cuando al hogar comienzan a llegar personas que no han sido invitadas.

Hasta aquí todo podría ser el prólogo de un tenso thriller de terror. También por la atmósfera. Como ya sucedía en buena parte del metraje de Cisne negro, la inquietud se apodera del espectador casi desde el primer minuto y, aunque uno sabe que nunca habrá un loco asesino enmascarado con un cuchillo tras la puerta, es imposible no sentirse vulnerable y temeroso de lo que pueda aparecer en pantalla al minuto siguiente.

Gran parte del mérito, o de la culpa, es de la forma en la que está rodada, con el uso casi exclusivo de tres planos que siguen los pasos del personaje de Jennifer Lawrence (el punto de vista siempre es el suyo) muy de cerca: uno trasero sobre su hombro, otro frontal que recoge todos los detalles de su rostro y un tercero, menos usado, que se mete en sus ojos y muestra una perspectiva en primera persona.

Todos ellos son muy cerrados y dejan casi todo fuera de campo, lo que no pocas veces contribuye a elevar el nivel de intriga o incluso nerviosismo de las desconcertadas criaturas que, ancladas en las butacas, tratan de adivinar qué pretende contarnos Aronofsky en esta ocasión.

Porque, hay que insistir, nada es lo que parece en un principio, especialmente cuando el torrente de sucesos insólitos y momentos alucinógenos se desborda en el último tercio de la película y la angustia tensa deja paso a una descarnada violencia física y psicológica, a una provocadora alegoría que, por desgracia, llega a hacerse poco sutil, quizás demasiado explícita y vulgar.

Pero, ¿alegoría de qué? Repetimos: ¿de qué va Madre!? Aunque solo el director lo sabe con exactitud, existen varias interpretaciones, algunas muy convincentes. Sin hacer grandes destripes –el que quiera llegar virgen a este experiencia psicotrópica que deje de leer aquí– se dice que la película aborda el tema de la maternidad y de las relaciones de pareja (explicación, por literal, demasiado simplista y obvia). Otros dicen que habla de la figura del autor y el proceso creativo. No obstante, la versión más aceptada es la que convierte el relato en una metáfora bíblica. Lo cierto es que esta encaja y da al conjunto un nuevo sentido, pero no la hace necesariamente mejor.

Se ha dicho que Madre! dividió Venecia... y dividirá a los espectadores. Habrá quien la adore, habrá quien la odie y en el medio nos quedaremos muchos, desconcertados, aún tratando de digerirla.

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