Unos 60 bebés reciben clases de natación

  • La actividad refuerza los lazos afectivos entre padres e hijos.
  • Los niños mejoran la percepción corporal, la coordinación, el tono muscular y la respiración.
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Uno de los bebés con su padre en la piscina
Uno de los bebés con su padre en la piscina
M.J.PEDROSA
Uno de los bebés con su padre en la piscina

Bebés al agua, que llega la hora del curso de natación... Aunque parezca asombroso unos 60 bebés están recibiendo clases de natación. No es que sean ya, a su corta edad, promesas de este deporte, sino que participan en un curso de natación para bebés, que se imparte en las instalaciones de la Piscina Municipal de El Ejido. De hecho, este curso, que comenzó el pasado enero, ni siquiera tiene entre sus objetivos que los bebés aprendan a nadar. Sus fines son bien distintos. Según explica Juan Rojano, coordinador de las actividades de la Piscina Municipal, lo que queremos es que padres e hijos compartan una experiencia más y reforzar sus lazos afectivos.

Además, el niño mejora otras aptitudes, como la coordinación, la percepción corporal, el tono muscular y la respiración, por poner un ejemplo. No obstante, no todos los bebés son iguales y un error muy frecuente entre los padres es exigir que su hijo realice lo mismo que sus compañeros. En este sentido, Rojano comenta que no se puede pedir lo mismo a todos los bebés porque cada uno es diferente y por lo tanto, su proceso de maduración también lo es. De hecho, es muy importante para el buen funcionamiento de esta actividad no forzar al bebé y no exigirle. El niño se lo tiene que pasar bien, tiene que disfrutar cuando esté en contacto con el agua, por lo que es importante que no se estrese, añade el coordinador.

Además, los pequeños tienen que llegar a las clases en una óptimas condiciones, es decir, sin sueño, sin hambre y despiertos, por lo que la preparación es fundamental en esta clase. Según Rojano, todo ello se explica a los padres al inicio de la primera sesión, para concienciarles de su importancia. Y es que en muchas ocasiones los niños llegan apáticos o dormidos, por lo que no se puede trabajar con ellos. Las clases empiezan con un paseo del niño por el agua, descubriendo los diferentes objetos que hay en la misma, los cuales han sido colocados con anterioridad por los monitores.

El padre acompaña a su hijo y se deja guiar por él, que es el que realmente decide un camino u otro en función de su percepción sensorial, de la atracción de los distintos materiales que se encuentran en la piscina. Lo importante de esta actividad es que los padres escuchen a sus hijos, aprendan a conocerlos, dice Rojano.

Por otro lado, es importante que el recinto tenga unos requisitos para que los bebés no encuentren la atmósfera enrarecida y se concentren en la actividad en el agua. Por ello, es imprescindible que no se desarrollen ninguna otra clase en la piscina adyacente. Igualmente, el vaso de la piscina tiene que tener unas medidas específicas, como por ejemplo que la profundidad no supere los 80 centímetros. Aunque lo más importante de todo es la temperatura del agua, que debe alcanzar los 31 - 32 grados.

Por su parte, uno de los padres que asiste a estas sesiones de natación cuenta que "la actividad estimula mucho a los bebés, a la vez que terminan muy cansados, pero lo cierto es que pasamos un rato muy agradable".

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