La presión arterial aumenta durante los ataques de ira y tarda unos siete días en disminuir. Los enfados se nos pasan, pero el cuerpo sigue sufriendo aunque no nos demos cuenta.
La ira se ha relacionado habitualmente con un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y otros problemas de salud.
La investigación, cuyos resultados han sido obtenidos gracias a la colaboración de un grupo de pacientes voluntarios, indica que el endurecimiento de las arterias avanza más rápido en personas hostiles, 'de enfado fácil'. Las hormonas de estrés comprimen los vasos sanguíneos, elevan la presión arterial y aceleran el latido del corazón.
"Los acontecimientos estresantes tienen la posibilidad de seguir haciendo daño mucho tiempo después de que se terminen", afirma uno de los investigadores.
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