El programa del curso habla de «cultura del vino», ¿es que es más que una bebida?

Sí, tiene una dimensión cultural y ritual. Ya en la antigua Grecia tenía una relevancia más allá de la simple bebida.

¿Cómo es eso?

Para las élites intelectuales era un vehículo para catalizar el diálogo.

Con mesura, supongo.

Se bebía sin llegar a la borrachera. Para los griegos, beber sin control era propio de pueblos incultos, bárbaros.

¿Y esta dimensión cultural ha llegado a nuestros días?

El vino es hoy en día la parte más intelectual de la mesa. Sin él, cualquier comida o celebración se viene abajo.

Usted quiere darle al curso un matiz práctico, quiere enseñar a catar...

Le damos un sentido didáctico a la cata. No es sólo para profesionales o entendidos, sino abierto a todos.

¿Cómo se consigue eso?

Empezando de cero. El análisis sensorial con vista, olfato y gusto o los sabores de las mezclas. Todas las fases que existen en la cata.

Parece que el vino entra por casi todos los sentidos.

Hay vinos que son incluso perceptibles al oído. Se nota al verterlos en la copa, que algunos son más cantarines, por decirlo de alguna forma.

Y con muchas bondades...

Es un protector cardiovascular y un desinhibidor social. Eso sí, con mesura, como todo, ya que por mucho que te gusten las alcachofas tampoco es bueno atiborrarse de ellas.

Entonces, ¿por qué se quiere castigar su consumo?

Creo que se le ha culpabilizado sin sentido.

Bio

Nació en 1940 en Portosín (A Coruña). Es profesor de Filología de la UNED en Madrid y estudioso de la enología.