Los asturianos gastan cada vez más en juegos de azar

En 2006 dejamos en bingos y tragaperras casi 753 millones de euros, un 6,5% más que en 2005. Por cada bingo legal en la región hay dos clandestinos.

Los asturianos somos de los que más gastamos en juegos de azar y en el Principado es donde más ha subido la cantidad jugada en bingos, casinos, máquinas tragaperras, lotería y cupones. Sólo nos superan los riojanos y los cántabros.

El Informe Anual del Juego revela que en Asturias se jugaron 752,88 millones de euros durante el año pasado, un 6,52% más que en 2005.

En lo que llevamos de año, se han cerrado el doble de bingos clandestinos (14) que salas legales hay en Asturias (7). Además, se ha clausurado una sala de juego en Oviedo. El problema de estos negocios ilegales está, según la Policía, en que las personas que se dedican a explotarlos obtienen muchas ganancias. La Unidad del Juego de Asturias calcula que con los bingos ilegales se pueden llegar a ganar unos 30.000 euros al mes, mientras que las multas oscilan entre los 15.000 y los 60.000 euros. Por eso, la mayoría de estos empresarios llevan años en el negocio. «Muchos de ellos prefieren pagar la multa y volver a abrir otro bingo», asegura la Policía.

El juego en Asturias

El gasto Ô En 2006, los asturianos gastamos en el juego 233,89 millones de euros, un 6,37% más que en 2005.

Preferencias.- De los juegos de azar, las tragaperras son las preferidas por los asturianos. Aquí destinamos a las máquinas 80,21 millones de euros (el 34,29% del gasto total en juego).

Ludópatas.- Desde el 1 de enero de 2006, 41 personas se inscribieron en el registro de prohibidos a los bingos y otras 30 solicitaron su exclusión. En el registro del casino se han inscrito 6 personas este año. Otras 3 ya se han dado de baja.

«La ludopatía se frena, no se cura»

«La ludopatía es una enfermedad adictiva a la que no se le ha dado importancia porque el juego mueve muchos impuestos», asegura un miembro de la Asociación de Jugadores Anónimos de Asturias. Ramón (nombre ficticio), lleva 11 años sin jugar, pero asegura que «es fácil volver a caer». Por su experiencia sabe que la ludopatía «es una enfermedad adictiva, un problema de control de impulsos que se frena, pero no se cura». El reto dice, es «aprender a vivir sin juego».

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