Libres de encariñarse

Dos terapeutas con patas acaban de llegar a la cárcel de Villanubla para subir la autoestima de los reclusos con discapacidad intelectual leve.
Uno de los internos juega con los dos cachorros, Senda y kui, en uno de los patios del centro penitenciario.(F.B.)
Uno de los internos juega con los dos cachorros, Senda y kui, en uno de los patios del centro penitenciario.(F.B.)
Uno de los internos juega con los dos cachorros, Senda y kui, en uno de los patios del centro penitenciario.(F.B.)
Son bajitos, tienen mucho pelo y, sin mediar palabra, son capaces de hacer aflorar sentimientos muy fáciles de reprimir cuando la vida transcurre, como es el caso, entre cuatro paredes.

Con sólo cuatro y seis meses, Senda y Kui, dos cachorros de golden retriever, han traído la sonrisa a la cárcel de Villanubla. Desde que llegaron, hace un par de semanas, se han convertido en auténticos terapeutas con patas para el grupo de siete reclusos con discapacidad intelectual que participa en el programa.

Ganando corazones

Por ahora, se están conociendo, «ella es más alegre y más lista, mientras que el perro todavía está con un poco de miedo y no coge confianzas», cuentan los nuevos cuidadores, que ya les han abierto un hueco en sus corazones. «Me recuerdan a un perro que tuve cuando era pastor. Llevo aquí diez años, así que, poder estar en el patio y jugar con ellos me hace pasar el rato», confiesa uno de los participantes en la actividad. «Si te fijas, se vienen conmigo y me siguen. Ahora estoy enseñándoles a sentarse», dice.

Y de eso, precisamente, es de lo que se trata. Con este tipo de iniciativas, el centro penitenciario y la ONG Feaps –que trabaja con discapacitados y es la que gestiona la actividad– pretenden fomentar en estos presos el espíritu de equipo, elevar su autoestima y mejorar su capacidad para asumir responsabilidades. Todo ello, para conseguir una mejor rehabilitación y su reinserción en la sociedad.

Todavía es pronto para que estos internos se ocupen por completo de los perros. Además de jugar con ellos, hay que bañarlos, alimentarlos y todo lo que traen consigo sus cuidados, pero todo se andará.

Aunque ahora sólo puedan estar con ellos tres días a la semana y durante dos o tres horas, ya han experimentado algo nuevo, más allá de la rutina. Han sentido la libertad de encariñarse con ellos.

Llenos de inquietudes

La terapia con perros es sólo una de las actividades que los reclusos pueden desarrollar en la cárcel. Hay otros grupos que trabajan cambios de actitudes, como los que reúnen a los agresores sexuales o a los maltratadores. Aclad y Proyecto Hombre también trabajan con los drogodependientes y hay grupos de musicoterapia, talleres de teatro, de hilo o de cuero. Dentro de poco, un voluntario se encargará de enseñar a pintar y a realizar pequeñas esculturas a los internos que quieran mostrar sus dotes artísticas.

La que llega a romper su rutina

Julia Mohíno. Monitora de la terapia.

«Es algo que les anima »

«Llevamos trabajando un año y la nueva terapia con los perros es algo que les anima. Además de que rompe su rutina diaria, sirve para que luego hagamos una clase e intenten escribir qué han sentido.  Se trata de darles responsabilidades, horarios, fomentar en ellos el sentimiento de respeto... les da equilibrio emocional, y todo, con algo tan simple como es atender a los perros, enseñarles a sentarse, a seguir el paso, a jugar. Sube su autoestima, creen y confían en ellos mismos. En fin, les motiva para hacer otras actividades y les ayuda a mejorar su capacidad para relacionarse».

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