Almendras que enganchan

  • Después de 30 años, la tienda de Garrapiñadas de Indautxu sigue llamando la atención a todos los que pasan.
Ana (derecha) y Maribel, abren la tienda todos los días, "excepto los domingos que no hay fútbol".
Ana (derecha) y Maribel, abren la tienda todos los días, "excepto los domingos que no hay fútbol".
G. ARTAZA
Ana (derecha) y Maribel, abren la tienda todos los días, "excepto los domingos que no hay fútbol".

Un grupo de personas se paran en la esquina de la plaza Indautxu con la calle Ercilla, atraídos por la imagen de un cuenco lleno de almendras del que no para de salir humo y, sobre todo, por su aroma. Son poco más de las 11.00 h y Ana ha comenzado una nueva hornada de almendras garrapiñadas.

La tienda de Garrapiñadas de Indautxu ofrece desde hace 30 años un crujiente dulce a todo el que pasa por allí. "Nuestra tienda se ha convertido en algo típico ya de Bilbao", explica Ana.

Pero la historia de esta pequeña tienda se remonta mucho más atrás. Concretamente, al final de la guerra civil española. En el año 1941, los padres de Ana, Antonio y Luisa, llegaron de Jaén a Bilbao después de un largo recorrido por la geografía española. En poco tiempo, vislumbraron la forma de salir adelante y establecerse definitivamente en la capital vizcaína: los caramelos.

Con un carro de cristal lleno de caramelos iban a las puertas de San Mamés, al cine, e incluso a la salida del colegio de La Pureza, para endulzar las tardes de los bilbaínos. «Aún vienen señoras que me dicen lo mucho que se acuerdan de que mi padre les vendía los caramelos al salir de clase», comenta emocionada Ana.

Sin secretos

«Las garrapiñadas en sí, no tienen ningún secreto», reconoce Ana, aunque lo que ha convertido a esta tienda en única es que «no hay nadie más en Bilbao que las haga». Además, cuentan con el atractivo de que tanto Ana como su compañera Maribel las hacen en vivo y en directo, a la luz de todos los curiosos. «Mucha gente se para a mirar y luego las compra por curiosidad, sobre todo, los extranjeros», dice.

Esto puede ocurrir unas cuantas veces al día, ya que entre las 9.15 y las 21.20 horas son varias las hornadas tanto de almendras como de cacahuetes garrapiñados que hacen casi en plena calle.

La propietaria de este negocio familiar lamenta ahora que quizá no haya una nueva generación de artesanos de garrapiñadas. «Es una pena, porque creo que la tienda acabará conmigo; mis hijos no parecen muy interesados en continuar», dice. Aunque , eso sí, siempre le quedará el buen recuerdo que dejaron en el barrio sus padres. «Lo que más me enorgullece es que aquí todo el mundo les recuerda con mucho cariño».

Mitad azúcar, mitad almendra

Una de las razones de que las garrapiñadas enganchen es su elaboración. Ana reconoce que es bien sencilla: agua, almendras y azúcar. S

e calienta el agua con el azúcar y se introducen las almendras. Cuando el agua se va caramelizando se remueve bien y cuando las almendras quedan bañadas en el caramelo se retiran a una bandeja de mármol o alumnio (para que no se peguen).

«Lo que es fundamental es que la mezcla sea mitad de azúcar, mitad de almendra, no como las que venden en otras regiones, que son todo caramelo».

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