Sabine Weiss muestra, a punto de cumplir 92 años, sus archivos de fotos sobre al amor por la vida

  • De estilo sobrio e interesada por la condición humana, la veterana fotógrafa, que hace fotos desde los 12 años, selecciona en París sus 130 imágenes favoritas.
  • Es la última reportera viva de la generación de Doisneau, Ronis, Boubat y Brassaï, interesados en mostrar la sobria dignidad de la gente corriente.
  • 'Quiero responder con alegría al diálogo con las personas a las que retrato. Mis fotos expresan el amor que siento por la vida', señala.
'Hombre corriendo'. Poético contraluz de Sabine Weiss tomado en París en 1953
'Hombre corriendo'. Poético contraluz de Sabine Weiss tomado en París en 1953
© Sabine Weiss
'Hombre corriendo'. Poético contraluz de Sabine Weiss tomado en París en 1953

A diferencia de tantos fotógrafos que hacen suya con saturación e hinchando el pecho la condición de artistas, la veterana Sabine Weiss, que está a punto de cumplir 92 años y ha retratado a sus semejantes durante nueve décadas —empezó siendo una niña de 12, capturando los panoramas humanos que veía por la ventana de su cuarto—, no quiere saber nada del asunto. Rechaza tajante que lo suyo sea arte.

"Las fotos deben decirnos algo de la condición humana (...) No me gusta lo espectacular, prefiero la sobriedad", declaró en alguna de las escasas entrevistas que ha concedido sobre su trabajo —no le va teorizar— ejercitando durante casi un siglo una mirada elegante y noble. Nacida en Suiza pero ciudadana francesa, Weiss es la la última reportera viva de la generación de Robert Doisneau, Willy Ronis, Édouard Boubat y Brassaï, el pasmoso grupo de humanistas interesados en mostrar la sobria dignidad de la gente corriente pero fuera de la petulancia de los superestrellas del reportaje.

'Ocupación fascinante'

El museo francés Jeu de Paume, en la subsede del Château de Tours parisino, muestra, del 18 de junio al 30 de octubre, la antología Sabine Weiss, que ofrece un par de alicientes: muestra por primera vez lo mejor de la producción de la fotógrafa según ella misma, que se ha encargado de repasar archivos hasta conseguir una selección de 130 originales, y coincide con el 92º cumpleaños de la protagonista, el 23 de julio. Es por tanto una oportunidad para conmemorar los hitos de una larga y todavía lúcida existencia y la actitud desprovista de divismo de una persona para quien la fotografía es ante todo una "ocupación fascinante", como señala la coordinadora de la muestra, Virginie Chardin.

Se trata de una profesional con una obra inmensa, comparable en cantidad y calidad a la de los mejores fotógrafos del siglo XX, pero que no suele merecer más que unas líneas en los tratados históricos o críticos, acaso por la refracción por la petulancia y la cátedra de Weiss, quien jamás pronunció ninguna acotación académica o declaración de estilo. También quizá por esa actitud es de las más queridas entre sus colegas.

Intuitiva

Amante devota del blanco y negro, nada impulsiva a la hora de hacer una foto ("prefiero aquello que parece efímero pero que mi intuición me indica") y perfeccionista con la luz, la atmósfera  y el encuadre, Weiss ha dedicado más de siete décadas a buscar profesionalmente las imágenes que deseaba caminando en soledad, haciendo de las fotos "un estilo de vida". Los niños, los ancianos y las sonrisas siempre formaron parte de su temario preferido, siempre abordado desde la espontaneidad y la confianza.

En la antología parisina [programa de mano con imágenes, en PDF y en francés] pueden verse imágenes sobre los misterios cotidianos —como la inolvidable silueta a contraluz del Hombre que corre por un solitario enlosado de adoquines—, bodas gitanas que emanan alegría, retratos de los muchos intelectuales con los que trabó amistad —los escritores, André Breton y Françoise Sagan, la actriz Anna Karina y una amplia selección de uno de los temas que nunca abandonó, los niños: en los momentos difíciles de la postguerra en Francia, pidiendo limosna en Toledo, trabajando en la minería...

Abrió su primer estudio en 1945

Desde niña Weiss sintió el poder de la imagen fotográfica. Empezó siendo una cría construyendo cámaras pinhole que colocaba en la ventana de su cuarto para capturar paisajes. Luego ahorró para comporar un aparato de baquelita, a los 17 años se matriculó en una escuela de fotografía y un año más tarde ya era empleada en los estudios Boissonas de Ginebra. Primero como aprendiz y más tarde como fotógrafa —abrió estudio propio en 1945— aprendió las técnicas de iluminación, retoque, revelado y el uso de las grandes cámaras de placas de gran formato.

Como el ambiente de Ginebra se le quedaba corto, emigró a París en 1946 y, dado que ya era una aventajada profesional, fue contratada por el el fotógrafo de moda Willy Maywald. "Yo tenía 22 años y trabajaba en unas condiciones que no serían admisibles hoy, con un salario miserable y un horario terrible, pero aprendí mucho de Maywald, sobre todo el uso de la luz natural para crear emociones", ha recordado Weiss sobre aquellos años.

Círculos artísticos e intelectuales

En el poco tiempo libre que lograba disfrutar salía a las calles parisinas de la posguerra y se dedicaba a aprender a ser reportera. También empezó a frecuentar los círculos de la intelectualidad y se hizo amiga, entre otros, de Francis Scott Fitzgerald, Fernand Léger y Alberto Giacometti. A todos los subyugó con su inmediata calidez. Weiss dejó una de las colecciones más amplias de retratos de artistas de los años cincuenta, con fotos de, entre otros y además de los citados, Robert Rauschenberg, Niki de Saint Phalle, Romy Schneider, Ella Fitzgerald, Jeanne Moreau, y Simone Signoret.

En 1950, cuando ya había contraído matrimonio con el que sería el gran amor de su vida, el pintor estadounidense Hugo Weiss, comenzó a trabajar, por recomendación de Doisneau como reportera freelance y, más tarde, como fotógrafa de plantilla para la revista Vogue. Sus fotos, de enorme potencial humanista, empezaron a aparecer cada vez con más frecuencia en las grandes publicaciones: Time, Life, Newsweek... La consagración definitiva llegó en 1955, cuando Edward Steichen seleccionó tres de las fotos de Weiss para The Family of Man en el MoMA, la que terminaría siendo la exposición más vista de toda la historia de la fotografía.

La India, Birmania, Egipto...

La muestra de París enfatiza el trabajo de Weiss en la década de los años cincuenta, la más prolífica de su carrera, pero muestra también trabajos menos conocidos, como los reportajes que abordó en los ochenta, cuando se permitió recorrer el mundo y retratarlo. Firmó emotivas series documentales en la India, Birmania, Bulgaria, Egipto y la isla de la Reunión.

"Me gusta que mi cámara hable con el modelo y eso, creo, me diferencia de esos otros fotógrafos que prefieren la distancia. Hacer fotos siempre ha sido un placer y también una necesidad, por eso quiero responder con alegría al diálogo con las personas a las que retrato. Mis fotos expresan el amor que siento por la vida", ha señalado como lema de trabajo la última de las fotógrafas de la escuela humanista francesa inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial.

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