Las Fallas mantienen viva la tradición sedera valenciana

Valencianas con su indumentaria durante las Fallas.
Valencianas con su indumentaria durante las Fallas.
AGÈNCIA VALENCIANA DE TURISME
Valencianas con su indumentaria durante las Fallas.

València encuentra en las Fallas una continuidad histórica en el uso de la seda. En la actualidad, los tejidos que pueden admirarse en los trajes de valenciana son dibujos y brocados traspasados tras generaciones de maestros que han ido adaptándose a las modas.

Tal y como afirma Arabella León, conservadora del Museo de la Seda de la antigua fábrica Garín de 1820, en Moncada: "La indumentaria es un mercado vivo, una industria tradicional que, hoy por hoy, trabaja en exclusiva para hacer estos vestidos. El traje de valenciana ha sufrido cambios a lo largo de la historia, con motivos asimétricos más pequeños y florales en el siglo XVIII, así como colores más sobrios, y con centros de flores y más rapors (repeticiones del dibujo) pensados especialmente para la confección de la indumentaria".

Documentada desde el siglo XVI, esta vestimenta tuvo sus inicios en las labradoras valencianas y alcanzó su máximo esplendor con el siglo XVIII y el auge de la seda en València. Con posterioridad se fue transformando en vestidos que se utilizaban en ocasiones especiales y en los que incidió la moda francesa.

La vestimenta actual es la que antiguamente se usaba en las fiestas –con las variantes del siglo XVIII– con el cuerpo envarado y estilo más afrancesado; los de coteta más parecidos a los de huertana, y los del siglo XIX, con mangas en forma de farol.

El denominador común siempre ha sido la riqueza de los tejidos que aportan en colores, plata y oro un esplendor y distinción que diferencia su traje regional. Damasco, brocados, brocateles... y el espolín, la joya de la corona. Arabella León sabe lo que cuesta tejer una de estas obras de arte: «Se realizan por encargo y tienen dibujos exclusivos que se respetan por tradición. Quien compra un espolín quiere un producto único».

Estas maravillas, que ya solo tejen a mano muy pocos talleres, continúan dando trabajo a los últimos maestros sederos que se resisten a que se pierda el oficio de tejedor. «Los colores y la confección cambian con las modas como han hecho a lo largo de la historia», afirma León. Cada año desfilan más de cien mil falleros ante la patrona de la ciudad, la Virgen de los Desamparados, luciendo estos dibujos y colores, tejidos con diferentes materiales en la medida de sus posibilidades. Una fiesta única que el próximo mes de noviembre espera recibir el reconocimiento como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco.

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