'Binge drinking' y otras prácticas de los adolescentes para darse un peligroso atracón etílico

  • Nuestros jóvenes cada vez beben más alcohol en un menor lapso de tiempo.
  • Además, emergen peligrosas prácticas para embriargarse de forma rápida como el tampodka, el 'eyeballing', los 'oxy-shots' o la drunkorexia.
  • Las leyes antibotellón lo sacan de las calles, pero no reducen el consumo.
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Jóvenes en un botellón en la calle, en una imagen de archivo.
Jóvenes en un botellón en la calle, en una imagen de archivo.
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Jóvenes en un botellón en la calle, en una imagen de archivo.

El consumo de alcohol por parte de los jóvenes españoles de entre 14 y 18 años es una realidad que preocupa a las familias, a las administraciones, a los sanitarios y a las entidades sin ánimo de lucro que trabajan en los ámbitos de la prevención y la atención. Según los últimos datos facilitados por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, más del 80% de estos menores han probado el alcohol en algún momento, la mitad se han emborrachado durante el último año y el 30,8% lo han hecho dentro del último mes.

"No hay una conciencia social de este problema", se lamenta Francisco Babín, delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Si el mero consumo de alcohol, según Babín, es "francamente preocupante" en esta franja de edades, todavía inquieta más la manera en la que muchos lo realizan.

Hay nuevos (o relativamente nuevos) modos de beber alcohol entre los jóvenes en nuestro país. Algunas prácticas se han generalizado y otras solo representan casos puntuales, aunque cuando se producen suelen acarrear consecuencias nefastas. Lo cierto es que el desarrollo físico y cerebral de una persona no se completa hasta los 21 años aproximadamente, y los menores que se someten a grandes consumos pueden sufrir problemas de salud considerables.

El denominado binge drinking es un consumo intensivo de alcohol en un corto periodo de tiempo. En otras palabras, consiste en beber rápidamente en forma de atracón. Las cifras recogidas por el Observatorio Español sobre la Droga y las Toxicomanías, dependiente de Sanidad, revelan lo extendido que está este fenómeno: el 20% de los adolescentes de 14 años han hecho binge drinking en el último mes, el porcentaje se eleva al 30% entre los jóvenes de 15 años, al 43% entre los de 16 y al 51% entre los de 17 años.

La psicopedagoga Lola Alapont, de la Unidad de Prevención de Conductas Adictivas del municipio valenciano de Cullera, explica que el binge drinking "es una práctica procedente de los países anglosajones". Asimismo, matiza, "si además de consumir alcohol se realiza de forma intensiva, aunque sea durante los fines de semana, se considera un abuso habitual".

El proyecto europeo de encuestas sobre el alcohol y otras drogas (ESPAD) señala que más del 40% de los jóvenes en Europa reconocen beber en forma de binge drinking al menos una vez a la semana. Aunque no existe un patrón geográfico claro, los datos más bajos de este tipo de episodios con el alcohol se registran en los países nórdicos. En Estados Unidos, el Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y el Alcoholismo reporta cerca de 5 millones y medio de binge drinkers de entre 12 y 20 años (en este país, la edad legal para beber es de 21 años, mientras que en España es de 18).

Inhalado, por el ano, por la vagina o por los ojos

Al contrario que el binge drinking, otras prácticas como el tampodka, el eyeballing o los oxy-shots "no constituyen patrones habituales de consumo" entre los adolescentes españoles, insiste el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas.

Sin embargo, sí se han registrado casos puntuales, que han requerido de asistencia sanitaria, en comunidades como la asturiana, la murciana o la valenciana. Grosso modo, en lugar de ingerir el alcohol, se pone en los ojos (eyeballing), se inhala (oxy-shots) o bien se introduce en la vagina o en el ano por medio de un tampón empapado (tampodka).

La utilización normal del tampón en las chicas (no como forma de consumo de alcohol), aunque en el exiguo porcentaje de 1 de cada 100.000, puede provocar un shock tóxico. Sin ir más lejos, el pasado mes de junio fue noticia el caso de la modelo de 24 años Lauren Wasser. La joven británica sufrió un infarto, se le gangrenó la pierna y se la tuvieron que amputar para salvarle la vida. Todo esto por una reacción al tampón.

Por lo tanto, si ya existen riesgos para una pequeña parte de la población femenina por el solo uso del tampón, al bañarlo en alcohol de alta graduación y convertirlo en tampodka, por lo pronto, se puede destruir la flora vaginal y producir una abrasión en la zona genital, amén de otras complicaciones más graves. "El que lo prueba una vez no lo vuelve a hacer en su vida. No le van a quedar ganas de repetir, seguro", concluye Francisco Babín.

Aunque "es una práctica muy complicada de detectar", confiesa Lola Alapont, la drunkorexia es otro fenómeno relacionado con el consumo del alcohol. Básicamente, consiste en reducir la ingesta de alimentos, o saltarse comidas, para tomar más alcohol y, supuestamente, compensar así las calorías que aporta la bebida. Los profesionales suelen definir este hábito como un "trastorno" que combina elementos negativos de la anorexia y el alcoholismo.

Otra combinación arriesgada es la que hasta un 53% de jóvenes europeos hacen de alcohol y bebidas energéticas, según un informe de la Autoridad Europea para la Seguridad de los Alimentos (EFSA). Las bebidas energéticas contribuyen a enmascarar los efectos producidos por el alcohol y pueden provocar una falsa sensación de resistencia a la bebida, llevando al usuario a aumentar peligrosamente el número de copas. La causante de esta impresión es la cafeína, presente en altas dosis en las bebidas energéticas. Consumir cafeína de forma moderada no supone un riesgo potencial para la salud, pero su abuso puede crear adicción y ocasionar problemas.

Necesidad de otro ocio

Más allá de estas prácticas límite, la ingesta intensiva de alcohol y de otras sustancias incrementa la exposición de los jóvenes a otros peligros de los que se habla menos. "Puede producir que se pierda la percepción del riesgo a la hora de tener relaciones sexuales", asevera Toni Poveda, director de CESIDA. En la práctica, esto podría traducirse en embarazos no deseados o en infecciones de transmisión sexual (ITS).

Poveda reconoce que la permisividad social hacia el alcohol es determinante, pero "muchas veces nos olvidamos de la responsabilidad que tienen las administraciones". En este sentido, critica que "no ha favorecido nada, en estos últimos años, el que no se haya trabajado en el Plan Nacional del Sida en relación a los jóvenes", y pone de ejemplo la supresión del convenio con el Consejo de la Juventud de España, una entidad que agrupa a numerosas organizaciones juveniles de todo el país.

"Es un gran error, ya que no se debe recortar en prevención y mucho menos en prevención dirigida a jóvenes", defiende este activista valenciano que ejerce su trabajo desde Madrid. Precisamente, la prevención y la educación son las herramientas que citan todos los expertos consultados como fórmulas más eficaces para reducir el consumo abusivo de alcohol entre los adolescentes.

También coinciden en la "necesidad" de construir espacios de ocio alternativo. "Poco a poco vamos acumulando evidencias sobre lo que funciona y lo que no, y vamos perfeccionando las estrategias de prevención", justifica el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Francisco Babín apuesta, concretamente, por una "estrategia plenamente incorporada en los centros docentes" e incluso desearía que fuera evaluable.

En palabras de Babín, "estamos en un marco ante el cual, evidentemente, lo único que conviene es hacer reflexionar al conjunto de la sociedad para que podamos introducir modificaciones en las dinámicas de los jóvenes" en relación a la bebida.

Ignacio, un joven madrileño que prefiere no revelar públicamente su identidad, confiesa que antes de cumplir la mayoría de edad podía beberse casi una botella de alcohol él solo antes de entrar a la discoteca light, dentro de la cual ya no podía consumir. Recientemente, además, ha recibido una multa de 600 euros por beber una copa en la calle.

"Ni siquiera estábamos haciendo botellón", manifiesta. Sea como fuere, Ignacio considera que "las multas por hacer botellón, al menos en Madrid, son extraordinariamente altas. La mayoría de los que hacen botellón son menores de 25 años y, por lo general, su situación laboral es precaria. Si hacen botellón es por falta de dinero", añade.

Multas locales a falta de una ley nacional

Son muchos los municipios que han legislado para frenar en España el fenómeno del botellón en sus calles, pero cabe preguntarse si esto reduce realmente el consumo de alcohol o solo lo saca fuera de la vía pública. Ahora, admite Ignacio, "se buscan otros métodos y lugares: se bebe en el coche, se bebe en sitios más apartados...".

Desde su punto de vista, "las multas responden más a un afán recaudatorio" de las administraciones locales que a un interés de estas por el consumo o el abuso que los jóvenes hacen del alcohol. Por el contrario, el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas sostiene que "se aplique las leyes, porque están para cumplirlas", aunque se muestra "más partidario de la sanción al que vende el alcohol a menores que de la sanción al que está consumiéndolo".

"Tengo amigos que, por apurarse la última copa e ir borrachos en poco tiempo, se pegan atracones", relata Ignacio. "Normalmente pasa de una forma inconsciente. En todo caso, el objetivo es emborracharse y hacerlo rápido". Es toda una "cultura", continúa el joven, puesto que "se da por hecho que los viernes y los sábados toca salir a emborracharse. En España, por otra parte, tenemos la mala costumbre de acabar la fiesta a las seis de la mañana o más tarde. Esto es algo poco habitual en otros lugares del mundo".

Desde el punto de vista psicológico, nuestros jóvenes "asocian que para divertirse hace falta recurrir al alcohol", argumenta Lola Alapont. "Si yo salgo a divertirme en un espacio de tiempo determinado, se supone que tengo que consumir alcohol, porque sino no hay diversión. Esta asociación entre alcohol y ocio es el camino que lleva a la obligación que se autoimponen los propios jóvenes de emborracharse sí o sí".

Qué pueden hacer las familias

Las familias que se enfrentan a episodios del tipo binge drinking en un adolescente no siempre saben cómo deben actuar. La psicopedagoga de Cullera explica que en casa hay que afrontar la situación "con mucha calma y con toda la tranquilidad que en ese momento se pueda tener. En ningún caso, cuando una persona está en esas circunstancias se le debe echar en cara nada, ni tampoco crear una bronca".

Alapont recomienda que se permita al joven descansar y reponerse. Cuando ya pase todo, "al día siguiente por la tarde, o al otro, se debería iniciar una mínima conversación. No debemos parecer policías, pero sí es importante intentar averiguar si eso le ha pasado alguna otra vez, si le ha ocurrido a algún amigo o si es una práctica habitual que está desarrollando cada vez que sale por la noche". El objetivo, al final, es "intentar reunir información de tu hijo y, a ser posible, de las personas que puedan aportarte datos, pero de una manera muy sutil y muy tranquila".

Cuando se establecen una serie de pautas a nivel familiar y no se cumplen, "y ese chaval o chavala cada fin de semana que sale consume de manera abusiva, estamos hablando de un problema grave", reconoce la especialista de la Unidad de Prevención de Conductas Adictivas. A medio plazo, esta falta de control puede desembocar en el alcoholismo.

"La familia debería tratar de hablar con él y si no surte efecto acudir a un profesional, que puede ser un psicopedagogo o personal de algún centro". Lola Alapont hace constar que "es muy importante trabajar la comunicación familiar, así como establecer y hacer cumplir las competencias de los padres. Además de la educación familiar y escolar es vital la cuestión comunitaria y social, ya que es la tribu la que educa".

Las prácticas más drásticas para emborracharse

BINGE DRINKING: Es un atracón de alcohol. Representa beber, en unas 2 horas, 4 o más copas en el caso de las chicas y 5 o más en el caso de los chicos.

TAMPODKA: También conocido como tampax on the rocks o slimming. Se introduce un tampón con alcohol en la vagina o en el recto. Puede ocasionar sangrado, trombosis o laceraciones.

EYEBALLING: El alcohol se consume literalmente por los ojos. Se aplica como si fuera un colirio inocuo, pero las consecuencias pueden ser fatales: escozor, daños en la córnea e incluso ceguera.

OXY-SHOTS: La bebida se inhala utilizando sistemas similares a los de las personas asmáticas. Provoca irritaciones pulmonares.

DRUNKOREXIA: Se reduce el consumo de alimentos para compensar las calorías que aporta el alcohol consumido. Debilita a la persona.

BEBIDAS ENERGÉTICAS: Al consumir el alcohol a grandes cantidades con estas bebidas provoca una falsa sensación de bienestar, pero en realidad aumenta el riesgo de padecer infartos, arritmias, taquicardias o hipertensión arterial entre la población joven.

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