Así es la segunda casa de Antonia Pilbrow, una londinense de 28 años muy espiritual. Tras vivir en Latinoamérica, la joven aterrizó hace cinco en Sevilla, «loca por el flamenco», becada por la Fundación Cristina Haaren.
Desde hace cinco meses, Antonia vive de su otra gran pasión: el yoga. «Es una manera de vivir. No es simplemente unos ejercicios. Es mucho más profundo. Lo que aprendes en La Shala, lo expresas fuera», dice la profesora, quien se marchó a una escuela de yoga en la India para perfeccionar este sistema filosófico que practica desde hace 20 años.
«Nunca me siento sola. Estoy conmigo misma y me enfado muy poco», cuenta Pilbrow, quien enseña meditación, limpieza (kryas) y saber respirar (pranayama).
«Nuestro cuerpo es un templo. Vivimos fuera de él. Lo maltratamos. No nos damos cuenta de que tenemos el control y de que la felicidad está dentro», explica esta enamorada del sur, que guía a sus alumnos –de 19 a 60 años– a conocerse mejor. En septiembre impartirá clases para niños.
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