El sentirme útil y ver que hacía falta allí.

¿En qué ámbito trabajan?

Hace tres años fundamos un ong local para ayudar a la población indígena con el proyecto principal de garantizar una educación.

¿A cuántos niños llegan?

A 124 niños y adolescentes apadrinados por 93 familias, muchas de ellas vallisoletanas.

¿En qué consiste la ayuda?

Ayudamos a que los niños puedan estudiar hasta la universidad y que tengan material escolar. A cambio, pedimos a sus familias que participen y se involucren en nuestras actividades. Que nos dediquen tiempo.

La cuota mensual que se dona, ¿es suficiente?

Con 15 euros nos sobra para cubrir las necesidades.

¿Cómo ve que haya directivos de ong que desvían fondos millonarios?

Nosotros tenemos un presupuesto anual que no llega a 20.000 euros y todas las contribuciones llegan a los niños, estamos ajenos a este tipo de actuaciones.

Ser padrino, ¿es cuestión sólo de dinero?

Hay quienes envían unos euros y se olvidan, pero hay quienes lo llevan muy en serio y realmente se comprometen con esa familia y les ayudan muchísimo.

¿Se llegan a conocer?

Enviamos fotos, tienen contacto por carta. Nos gusta que sea algo personal.

¿Qué echa más de menos?

El jamón serrano (risas).

Quiero decir, si añora algún tipo de recurso.

Tiempo. Aquí va todo a otro ritmo y falta tiempo.

¿Hay muchos niños allí?

Muchos, por eso nos hacen falta más padrinos, para llegar a más niños. Si alguien está interesado que se ponga en contacto con la Fundación Cauce.

BIO. Tiene 29 años y es madrileño,  aunque tiene acento guatemalteco. Educador y filósofo, se fue como voluntario y ya no volvió.