Y es que, hasta su colocación, la avenida apenas registraba retenciones, excepto algunas molestias para los conductores que circulaban por el carril derecho –en dirección a Mármoles o la avenida de la Rosaleda– cada vez que un coche se disponía a incorporarse procedente de las urbanizaciones próximas.
Ésta ha sido la razón de su instalación, pero lo que beneficia a unos pocos perjudica a muchos. Su presencia causa colas de coches que antes no existían. Y no sólo eso. Si por casualidad su destino es el paseo marítimo, le esperan otros cuatro semáforos seguidos en sólo 400 metros.
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