Los estudiantes optan por las pastillas para afrontar los exámenes

Estimulantes y tranquilizantes son los más usados en Euskadi, pese a que piden receta. Los farmacéuticos advierten del peligro.
Cuando ni el café, ni la coca-cola, ni las bebidas energéticas consiguen que no caigan rendidos ante los apuntes, algunos estudiantes vascos recurren a las pastillas.

Estimulantes y tranquilizantes son los más utilizados, pese a que es imprescindible una receta para adquirirlos en farmacia. En cuanto a los primeros, lo más común es la anfetamina. Entre los fármacos más conocidos de esta sustancia se encuentra el Adderall, que se sigue utilizando después de más de veinte años, pese a que fue retirado del mercado. «Los que lo consumen ahora, sólo pueden adquirirlo en el mercado negro», explica Juan del Arco, director técnico del Colegio de Farmacéuticos de Vizcaya.

Otro estimulante habitual, muy utilizado hace pocos años, es el Katobit, un sustitutivo de la anfetamina que también está fuera de circulación. Los médicos advierten de los peligros de ambos fármacos, que pueden producir negativos efectos secundarios. En cuanto a los tranquilizantes, que los jóvenes utilizan para calmar los nervios antes de las pruebas, también se consumen en forma de pastilla, lo que los expertos consideran, de igual modo, contraproducente. «En todo caso, si se toma un tranquilizante, tiene que ser suave y bajo prescripción médica», indica del Arco.

En este aspecto, lo que sí recomienda el especialista para alguien que sufra muchos nervios, es el consumo de valeriana o tila, que «sin excesos, no son dañinos».

«Lo dejé porque me sentaba mal»

Los farmacéuticos advierten de que el uso de pastillas a la hora de estudiar puede ser perjudicial para los estudiantes. «Pueden aparecer problemas en el sistema nervioso, cardiovasculares, provocar mareos, náuseas o dolores de cabeza», explica Juan del Arco. Es el caso de Janire Egiluz, una joven bilbaína que en un par de ocasiones tomó unas vitaminas para poder aguantar sin dormirse durante la noche, cuando estudiaba Relaciones Laborales en la UPV. «Me tomé dos y me sentaron muy mal; me ponían mucho más nerviosa de lo que ya estaba, por lo que decidí no volver a tomarlas», dice.

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