El decimoquinto día tras el equinoccio de primavera, fecha que coincide con el 4 o el 5 de abril de nuestro calendario, en China y otras naciones de Asia se celebra el Qingming Jie, cuya traducción literal del mandarín sería Día de la Claridad Pura, aunque los ciudadanos de a pie prefieren llamarlo Día de Barrer Tumbas. Es el equivalente ancestral —tiene al menos 1.300 años de antigüedad— al Día de Difuntos o de los Muertos de otras culturas. La gran diferencia es que no se llevan flores u ornamentos de papel a las tumbas, sino réplicas de iPhones y otros accesorios tecnológicos, zapatos de Prada, accesorios de Chanel y hasta coches de lujo.

La exposición Supermarket of the Dead (El supermercado de los muertos) tiene un subtítulo que lo explica todo: Brandopfer in China und der Kult des globalisierten Konsums (Quema de ofrendas en China y el culto al consumo globalizado). La muestra, hasta el 10 de mayo en la sede del Staatliche Kunstsammlungen de Dresde (Alemania), exhibe una sugerente y muy reveladora colección de los objetos que los chinos de hoy ofrecen como señal de respeto y veneración por sus fallecidos: son réplicas, casi siempre de una pasmosa exactitud, de las posesiones que también los vivos anhelan en estos tiempos.

Hasta hace no demasiado, las imitaciones que se quemaban tenían un encanto nostálgico. Casi siempre eran fajos de billetes falsos —llamados por los chinos dinero fantasma o dinero del infierno— con valores desmesurados de hasta cinco millones de dólares por cada nota bancaria de mentira. Pero con la globalización de los mercados y el consumo incluso la milenaria tradición ha cambiado: ahora se entregan a las llamas objetos que probablemente los muertos jamás conocieron.

El abanico de posibilidades se ha transformado y los ofrendas tradicionales "han sido sustituidas por réplicas de consumo que corresponden a los hábitos occidentales de compra", dicen desde el museo alemán. Un "mundo alternativo hecho de papel" se ha adueñado de la oferta y es posible encontrar imitaciones de "todos los fetiches del consumo" de alto nivel, desde prendas y accesorios de vestir que replican con "fascinante y algo extraña exactitud" a las primeras marcas de moda hasta gadgets tecnológicos —los ordenadores y smartphones de Apple son objeto de deseo en China— o coches de lujo de tamaño real y, para los más terrenales, latas de cerveza Heineken y paquetes de patatas fritas de McDonald's.

Las réplicas, como se puede comprobar en el muestrario de un fabricante, son tan exactas como podría esperarse de la manufactura china especializada en el fake, y abarcan un abanico compulsivo y en ocasiones inexplicable: una barbacoa para el jardín, mantas eléctricas, gorras de visera, una bicicleta, una bombona de butano, tostadoras en varios colores, una silla de ruedas, raquetas de ping-pong, cámaras de vídeo y fotos, una tabla de skateboard...

El amplísimo espectro de las ofrendas revala "los efectos compulsivos que han provocado en todo el mundo las grandes marcas occidentales" y la "extraordinaria rapidez" con que la sociedad de China "se ha alineado con un sistema global de necesidades y lo ha vinculado con un culto de más de mil años", dicen desde el museo. Resaltan el "casi religioso fetichismo inherente al consumo de grandes marcas" y los aparentes "significados de estatus" que conlleva su uso.

Durante la jornada del Día de Barrer Tumbas las ofrendas suelen quemarse en chimeneas u hornos especiales [PDF de normas de seguridad, en inglés] y las autoridades chinas han limitado y regulado la incineración por la proliferación de incendios. También han prohibido la quema de objetos "vulgares" o que alienten lo que consideran "actitudes feudales" cuando comenzaron a ser vendidos condones de papel, pastillas de Viagra, figuras que emulaban a prostitutas o ganadoras del concurso de televisión Supergirl y ostentosas villas de lujo.