Virginia Pérez Buendía era la última de una saga de empresarios harineros de Valverde de Júcar, un pequeño municipio de Cuenca. Heredera de múltiples propiedades, nunca abandonó su vida sencilla, dedicada al campo y a los animales.
Según publica el diario ABC, la mujer, que tuvo un triste final, acaba de dar una sopresa mayúscula a los habitantes de su pueblo al haber dejado toda como herencia todo su patrimonio -que podría asecender a unos 10 millones de euros según las habladurías- para que ningún niño se quede sin estudiar.
Nadie podía imaginarse que la última voluntad de Virginia, que casi no intercambiaba palabra con sus vecinos, era la de crear una fundación con su nombre que ayudara en la educación de los más jóvenes de su pueblo. Según su testamento, dicha entidad deberá estar formada por cinco gremios distintos: un maestro, un agricultor, un comerciante, un asalariado y un industrial.
Del patrimonio de la anciana, un 85% de los beneficios del capital se destinarán a los fines de la Fundación, el 10% para fondos y el 5% restante para otros gastos.
No obstante, las bases de las fundación no están todo claras, ya que habría que fijar la renta mínima y quiénes podrán ser beneficiados de las becas de la benefactora.
Un triste final
Virginia, que no tenía descencientes, falleció a los 86 años en su piso de Madrid completamente sola.
Tanto es así, que nadie se percató de su ausencia hasta casi un mes más tarde.
Al entierro no acudieron muchos muchos allegados.
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